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Las exploraciones de las artes visuales, inauguradas hace décadas, suspenden lo pictórico y ponen en la superficie cuestiones –teóricas e ideológicas- en torno al objeto. En un panorama donde la manufactura está relacionada con la reproducción masiva y el consumo rampante de información, ¿qué significa la imagen “perfectamente” ejecutada? “La pintura es solo un medio más, entre muchos otros, pero ocupa una posición engorrosa. Por un lado goza de una ‘legitimidad histórica’ y una facilidad de movilidad en el mercado; por otro lado es mal vista dentro del medio artístico, por considerársele reaccionaria dentro del marco teórico actual. Creo que la pintura es una buena herramienta para articular planteamientos relacionados con la historicidad de la imagen y la mirada, en la medida en que dialoga irremediablemente con su entorno”, dijo Julián Madero en entrevista para Indie Rocks!, artista incluido en nuestro número especial de aniversario con el que marcamos no solo algunos de los rumbos actuales del arte, también las líneas editoriales que se mantendrán posteriormente .
Revolución, 2012, acrílico sobre madera, 40x50 cm.
La práctica de Madero está centrada en la pintura. Más allá de su entrenamiento formal, el mexicano quiebra los significantes del lienzo, abordando el impacto histórico que puede contener la imagen. “La técnica es el modo de hacer algo, creo que es un mínimo necesario sin el cual la pintura ni siquiera podría sostenerse en la tela. Cada pintor desarrolla un modo personal de hacer, que sin duda tiene relación con el contenido de la obra. Creo que es importante que un pintor conozca sus medios para trabajar, cuando lo considere necesario, con ese 'mecanismo de alta precisión' del que hablaba Deleuze. Personalmente no me sujeto a una técnica en particular. Tampoco creo que haya tal cosa como un ‘deber pictórico’, yo empleo la pintura como un flujo, rasguño o vehículo de separación que tiene mucho de hermético, introspectivo y deliberadamente caprichoso”, describió.
Revolución 2, 2012, óleo sobre tela, 80×120 cm.
Esta perspectiva sobre la técnica, ¿qué alcances discursivos tiene en la obra de Madero? “Se construye como un flujo, o un vehículo en movimiento que va dejando charcos. Más bien trabajo con acontecimientos individuales y aislados, pero inevitablemente aparecen semejanzas y relaciones sincrónicas y asincrónicas. Es decir, que durante determinado periodo tiendo a trabajar de manera regular -colores, espacios, tiempos, ideas-, pero también hay temas que se repiten intermitentemente en mi trabajo”, señaló. “Reuniones de personas -políticos, amigos, partidarios que abordan cuestiones relacionadas con la proxémica y la carga histórica de ciertas configuraciones referentes al cuerpo y el poder, el cuerpo y el parentesco, la intersubjetividad-. Hay otro tema, que es la abstracción, cuyo sentido localizo en la renuncia a la representación o la figuración estereotipada de cualquier anécdota. Un sentido infantil en tanto que carente de discurso. Como un gesto de contracomunicación que configura un campo de libertad. El sueño, el estado intermedio”.
La mano del hombre, 2013, óleo sobre madera, 25×30 cm.
Su última exposición estuvo en Casa del Lago y la presentó junto a la fotógrafa Zayda Gómez.