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En los inicios de los años 50, un hombre de largas barbas y carnes enjutas, asiduo al ballet, enfermo de coleccionismo (es muy famosa una fotografía suya en la que se encuentra recostado en un sillón, estiradas sus piernas lampiñas, acompañado de sus gatos y una contundente presencia de sus libros y discos. "There's no such thing as too many books", escribiría en una postal), por muchos el hombre que más supo de cine y representante de un misterio que, francamente, si provoca a más de uno el morbo: ¿fue homosexual?, ¿fue simplemente un hombre asiduo a defender su privacidad?, ¿fue alguien que no se interesó en lo más mínimo por lo carnal y su placeres? Su nombre: Edward Gorey, norteamericano, escritor e ilustrador de los libros más estrambóticos, más elegantes y más violentos de las artes plásticas y la literatura.
Primeramente conviene decir que Mr.Gorey representa en si mismo todo un estilo técnico: sus intrincados sombreados en plumilla, su capacidad para el dibujo industrial (en sus libros abundan los muebles exquisitos y las suntuosas casas victorianas) y sus personajes alargados, siempre con una expresión de decadencia y tedio, esas expresiones en las que se confunde el placer con la depresión, son elementos que lo convierten en un artista identificable, y no necesariamente por su fama, sino porque esa manera de dibujar no puede pertenecer a nadie más que él. "Amphigorey" es una recopilación formada por él mismo en el que se juntan los primeros 15 libros de su abundante producción, aquellos que provocarían escándalo entre el público, ya que, cuando los lectores tuvieron un primer acercamiento, notaron que eran libros llenos de dibujitos y que por ende se trataban de cuentos infantiles.
Edward Gorey, ermitaño misántropo, gracias a su misma repulsión que sentía por la humanidad pudo captar de una forma magistral su cualidad pornográfica y misteriosa. Entre sus limericks (cuentos rimados) se encuentran historias que, a pesar de la ternura de la narración (el primero en unir la inocencia con altas cargas de sangre) provocan dos sentimientos encontrados, compasión por los personajes y una risa burlona por estos mismos: una mujer enloquecida y obsesionada por la brujería que llora detrás de las plantas de lujosos hoteles, jovenes cocainómanos con daños mentales que asesinan niños en campos, universitarios que queman vivos a los afeminados de su escuela, mujeres que rompen las costillas de sus pretendientes con sus abanicos, mujeres histéricas que suben a las cúpulas de las iglesias a llorar, animales parecidos a pinguinos que irrumpen en mansiones y que jamás se retiran (¿se imaginan vivir con un monstruo al que es imposible exterminar?). A su vez, "Amphigorey" contiene los libros más famosos de nuestro autor, como por ejemplo el clásico (tan clásico como Dickens, como Laurence Sterne, como Oscar Wilde) "The Gashlycrumb Tinies", un abecedario en rima que de la A hasta la Z enumera las muertes accidentales de 26 niños: algunos destazados por osos, otros robados por secuestradores, otros aplastados por andarse escondiendo bajo las alfombras. Otro título digno de mención firmado con el anagrama Ogdred Weary es "The Curios Sofa", que narra una orgía celebrada por un grupo de burgueses que poco a poco comienza a tornarse en un cuento de terror: integrantes de la fiesta desparecen o mueren inexplicablemente, y un sofá que contiene mecanismos para la estrangulación erótica a todo aquél que lo utilice para las artes amatorias.
Edward Gorey es, sin duda, un autor auténticamente excéntrico, macabro algunas veces y otras hilarante, practicante de ese humor retorcido e indefinible. Más tarde, y gracias a él, Tim Burton creó al chico Ostra.