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Tomás es un hombre que vive y trabaja en Canadá, y se toma unos días para visitar a Julián, su amigo de la infancia que hace un tiempo que no ve, quien radica en España y trabaja como un reconocido actor teatral. Desafortunadamente, Julián pasa por una situación difícil: está muy enfermo de cáncer y al darse cuenta que su tratamiento médico no está dando resultado, decide abandonarlo y simplemente esperar el fin.
La fortuita llegada de Tomás le viene como anillo al dedo, y se hace acompañar de él para empezar a poner en orden sus asuntos antes de morir. Así, van con su medico para despedirse de él, a una funeraria para hacer arreglos previos, e inclusive intentan encontrarle casa a Truman, el perro de Julián, que ha estado a su lado durante varios años y al que este ve como si se tratase de uno de sus hijos, por lo que no quiere dejarlo con cualquiera. Pero lo más difícil es tener que lidiar con sus seres queridos para comunicarles su decisión.
A pesar del tema trágico que aborda, el último filme del barcelonés Cesc Gay reflexiona amable y sensiblemente acerca de la muerte, y de la resignación cuando se es consciente de que está muy cerca. Pero también aborda la amistad, puesta a prueba por precarias circunstancias como esta.
Los protagonistas mantienen una especie de complicidad, en donde Tomás desiste de convencer a Julián de que no abandone su tratamiento médico –respetando así su decisión– y por cuatro días le asiste, –y en ocasiones le aconseja– en sus preparativos previos a su deceso. Inclusive emprenden juntos un viaje relámpago a Ámsterdam para que el segundo pueda ver a su hijo que vive y estudia allá.
Para desarrollar esta afable y profunda connivencia, Gay echa mano de dos verdaderos monstruos de la actuación: el argentino Ricardo Darín y el español Javier Cámara. Y consigue sacarles jugo, fomentando una química especial entre los actores y logrando que interpreten sus personajes en un tono exacto que no sea ni demasiado ligero, ni excesivamente dramático, creando seres bien dimensionados y entrañables para esta suerte de Buddy Movie.
Una sonrisa a la vida es una película conmovedora. Y conmueve sin chantajear ni producir lástima, sino por la gentileza y cuidado con que se conduce el relato, aderezado con un fino humor. La historia de un hombre que, estoico, se prepara para su último adiós, y descubre que hacerlo apoyado por un amigo incondicional es uno de los mejores regalos que la vida puede dar. Al final, Julián encontrará algo más que un nuevo hogar para su querido Truman.