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Viernes por la noche, primer sold out de febrero, es notable la gran Emoción de la gente que espera desde hace casi dos horas antes de que el concierto inicie... Sí, Motorama se presenta nuevamente en la Ciudad de México, ahora en el Lunario del Auditorio Nacional. La expectativa es bastante alta, ya que en la fila se escuchan las vivencias de los que tuvieron la fortuna de verlos en sus anteriores conciertos.
Stendal fue el designado para comenzar a llenar de misticismo la noche, ya que con su sonido lleno de Ecos y distorsión ayudaron a iniciar el trance de oscuridad que esperábamos vivir, proyectándolo incluso desde su vestimenta oscura que cubría el rostro de algunos de sus integrantes, así como la energía que proyectaban. Su dark wave y synth pop fueron muy bien recibidos por la audiencia. Cabe destacar la actuación de la banda telonera, pues logró batirse con la gloria ante un público expectante por el acto estelar, consiguiendo las palmas de sus seguidores y los que los escuchábamos por primera vez.
El momento llegó, los cuatro integrantes de la banda se colocan en sus puestos afinando los últimos detalles antes de provocar demencia entre sus fanáticos, y aunque las letras de sus canciones vayan llenas de melancolía, su acelerado post punk generó fuertes vibraciones bajo nuestros pies.
Entre otras canciones, el setlist se compuso en su mayoría por canciones del Poverty: “Corona”, “Dispersed Energy” (chulada de canción), “Red Drop”, “Heavy Wave”, y “Lottery”; aunado esto a canciones del Alps y del Calendar: “Ghost”, “Rose In The Vase”, “Two Stones”, “Alps” y “To The South”.
Alexander Norets es el encargado de deleitarnos con su ejecución de los teclados y sintetizadores, y aunque su actitud al escenario se llega a notar con cierta desidia, sabemos que su nacionalidad justifica hasta cierto punto su temple tan serio. Su baterista mantuvo en todo momento un ritmo y tempo perfectos al tocar su batería, apoyado de una caja de ritmos que nos hizo seguir bailando.
Nuevamente se notó la ausencia de Airin Marchenko, sin embargo, la dupla entre Vlad y Maksim alternaron entre el bajo y la guitarra a lo largo del concierto. Nunca he sido fan de que la banda sobre el escenario no interactúe con el público, sin embargo la música habla por sí sola; el poderoso sonido del bajo y las guitarras melódicas, aunado al compás acelerado de la batería, los acordes de los teclados y una voz grave y profunda, que crean atmósferas idóneas para los amantes de la música.
El ambiente y el público de lo mejor: todos cantan, todos respetan al escucha de alrededor, todos bailan, todos sudan, todos sonríen y gritan. Fue un gran concierto, uno de esos que pasará a la posteridad en la memoria de todos sus asistentes.