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A pesar del fresco viento capitalino que comenzó a soplar pasadas las seis de la tarde, alrededor de 500 personas, entre estudiantes, vagabundos y curiosos se reunieron para el ritual cinematográfico en descampado, ante una pantalla enorme situada cerca de la Torre II de Humanidades, en la mera entrada de la zona pastosa.
La función especial fue presentada por la directora de FICUNAM, Eva Sangiorgi, en compañía de parte del crew de la película; Tenoch Huerta, Ilse Salas, Leonardo Ortizgris y, por supuesto, el realizador Alonso Ruizpalacios.
El largometraje mexicano Güeros (2014), opera prima de Ruizpalacios, rodado en blanco y negro, narra la historia del Sombra (Tenoch Huerta), Thomas (Sebastián Aguirre), Santos (Leonardo Ortizgris) y Ana (Ilse Salas), cuatro jóvenes y su periplo por la ciudad de México en busca de una antigua estrella de rock, Epigmenio Cruz, una suerte Sugarman del rock en español.
La película de Ruizpalacios es un viaje en el tiempo que nos lleva a 1999, en los días de la famosa huelga en contra de la modificación del Reglamento General de Pagos (RGP) de la UNAM, impulsado por el ex rector Francisco Barnés. A partir de una narrativa ágil, con fuertes sorbos fellinianos servidos desde la cámara, el filme nos lleva hacia una aventura de hermanos y amigos que transita entre las calles del Distrito Federal, los cuartos de un departamente sin luz y las instalaciones de una Universidad en paro.
Uno de los momentos más bellos de la cinta es aquel paseo, de mano de los personajes el Sombra y Ana, entre los pasillos de una facultad de Filosofía y Letras tomada por los estudiantes. “A tal grado fue fidedigna la reconstrucción física de los días de huelga”, nos relata el director, “que incluso la directora de la facultad se asustó y creyó que habían tomado las instalaciones.”
No hay una lectura panfletaria o reaccionaria sobre aquel lejano evento en la historia de nuestro país y la máxima casa de estudios, Ruizpalacios nos deja entender los hechos históricos a partir de una acertada combinación entre ternura, belleza y humor ácido. Los personajes llegan a cuadro entre convulsiones de globos con agua, caguamas arrojadas contra vidrio trasero de auto y taquiques lanzados desde puentes peatonales, para desaparecer tan fortuitamente como aparecieron, frente al ojo de una cámara. Desde tal tratamiento el diálogo con el futuro se abre como un puente amplio: “Durante las secuencias de la asamblea y la marcha incluímos consignas estudiantiles de 1968, de la huegla de 1999 y de los días del movimiento 132”, explica el director.
Güeros fue acreedora a diversos premios, entre los que destacan el de mejor largometraje mexicano, además de otros dos, en la más reciente edición del Festival de Morelia. Esta cinta más allá de sus claras deudas con el cine de la Nueva Ola francesa o la narrativa de Roberto Bolaño, es un producto bastante original que no dejará de fascinar al público. No deja de sorprender cómo Ruizpalacios en su primera película escribió desde la cámara una carta de amor a la UNAM, a la ciudad y a la noche; Güeros es la ópera prima que muchos de ese generación que vivió la huelga quisiéramos hacer. Y al término de la función, la multitud se partió entre aplausos, risas, charlas espontáneos o preguntas a los involucrados en el filme, quizás pocos se dieron cuenta de que nos encontrábamos en el set de una visión del pasado-futuro, el eterno retorno de la imagen real que se hace sueño.