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Nika Rosa Danilova pasó la mayor parte de su infancia en medio del bosque, alejada del caos de las grandes ciudades. A la edad de 7 años se enamoró de la ópera, descubriendo en la dramática cualidad de sus voces, el camino que marcaría el inicio de su vida artística y en el que se mantendría durante una década. A los 16, empapada de nuevas influencias (Ian Curts, Diamanda Galas, Swans), comienza a experimentar con sus primeras grabaciones dando forma a “Zola Jesus”, alter ego con quien aparecería en los escenarios dos años más tarde.
La noche de ayer regresó a México para presentar Taiga, su quinto álbum de estudio en el SALA, un foro nuevo de tamaño mediano que augura ser un buen espacio para escuchar bandas en vivo.
No hubo telonero, en su lugar nos recibió una selección de ambientes sonoros y noise, mismos que gradualmente se fueron transformando en un ritmo ascendente e intenso, comprometiendo nuestro estado de ánimo, arrastrándonos sin previo aviso al movimiento desenvuelto del cuerpo.
En el escenario bañado por luces frías, tres pequeñas islas compuestas en su mayoría por instrumentos eléctricos (a excepción de un trombón), se dibujaban tímidas entre la penumbra y la neblina constante de una máquina de humo. Al centro y con mayor presencia, el espacio que recibiría a Danilova completaba el cuadro que misterioso, lanzaba pistas de lo que estaba por venir.
Un poco después de las 22:00 horas, los músicos tomaron el escenario y la figura pequeña y encorvada de Nika entró silente, con la mirada baja, para entonar las primeras notas de “Tigal” (del álbum homónimo) con los brazos abiertos y una voz franca y poderosa. De pronto como un trueno, la batería de Johnson la hizo explotar en un frenético baile que definió el transcurso de la noche.
El set compuesto en su mayoría por canciones del nuevo disco, incluyó también temas de sus producciones anteriores como “Clay Bodies” (The Spoils, 2009), “Nigth” (Stridulum II, 2010) “In your nature” y “Vessel” (Conatus, 2011).
Durante más de 60 minutos, un despliegue de actitud, fuerza y misteriosa feminidad, así como la necesidad imperante de conectar con la audiencia borrando los límites impuestos por el escenario –en “Holow”, literalmente abandonó su puesto para ir a bailar con los asistentes- fueron la constante. Aunque sin duda, lo más trascendente de todo fue el presenciar un show completo y poderoso, con músicos experimentados (vale resaltar la actuación del baterista y el trombonista) y con un audio delicioso que supera al de los discos. Sin obviar por supuesto, a una de las mejores voces del “Pop Goth” de nuestros días.