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Innova / 2014
Cuando pienso en complejidad musical suele venir a mi mente un solo de guitarra de Jimi Hendrix o alguna de las intrincadas secuencias de Jon Jopkins, no óperas de Wagner ni melodías étnicas ancestrales. Sin embargo, existen alquimistas sonoros que no han olvidado estas estructuras; músicos que combinan chelos con instrumentos de una tribu africana, o sintetizadores con sonidos que se encuentran en la naturaleza.
Uno de estos hombres es Jeffrey Zeigler, chelista de academia que durante ocho años perteneció al ensamble de violines y violonchelos Kronos Quartet, que retoma clásicos y les dan una voz contemporánea. Este año, Zeigler se dedicó a la composición y producción de seis temas que integran su primer disco en solitario, Something of Life, material que demuestra el virtuosismo ejecutor que posee y su asombrosa habilidad para crear imágenes mentales a través del sonido.
Cada tema es entrañable y al igual que una cámara Polaroid, produce fotografías instantáneas dentro de quien la escucha. La primera imagen es “Glaub”, con una melodía salida de un obscuro mundo subacuático en la que las resonancias son similares a las de un radar, pues crean una tensión desgarrada por los acordes frenéticos de Zeigler.
Le sigue “Listen Quiet” que me transportó a un viejo y apacible cobertizo donde es mejor guardar la calma y esperar por los pequeños milagros que suceden en medio de un jardín. Continúa “Babel, The Confución of Tonges”, en la que el artista utiliza un pasaje bíblico para amoldarlo a su conveniencia y construir una caótica y estridente pieza.
De golpe, Zeigler baja los decibeles y aparece “Orbit”, pieza perfecta para tomar té acompañado de galletas; un tema que si ningún problema podría escucharse en una refinada biblioteca inglesa. Pero el descanso dura poco y entra en escena “Shadow Lines”, que parece un fragmento musicalizado de la intensa vida de un bohemio en años de posguerra.
Para cerrar este disco, Zeigler eligió “Something of Life”, el corte más experimental. En él amalgama ruidos urbanos, elementos naturales y sus melodiosas cuerdas para crear un kilométrico tema de veintidós minutos en el que queda de manifiesto la intención de introducirnos a los rincones más íntimos de su vida.
Este disco no es para cualquiera. Es áspero y lleno de capas; obscuro y difícil de abordar. Si tienes ganas de escuchar canciones que hablen de "chondeos" de una noche o el perfume de Nicki Minaj, mejor toma tus chivas y lánzate a una posada en La Condesa. Si no, busca unos audífonos, un buen vino y escucha de principio a fin esta joya.