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El Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, con su majestuosa opulencia y esplendor añejo, fue testigo de una velada que desdibujó la frontera entre la luz y la penumbra. John Cale, en un despliegue de talento, nostalgia y melancolía, conjuró un hechizo sonoro que reverberó en las paredes adornadas del venerable recinto.
La noche comenzó con la delicada elegía de "Paris 1919", un susurro de épocas pasadas que nos sumergió en la atmósfera etérea de tiempos idos. La oscuridad se hizo presente con "Night Crawling", un himno que nos arrastró por laberintos de sombras, seguido por "How We See the Light", una tenue esperanza iluminada por la voz de Cale, que se alzaba y se desvanecía como un fugaz destello en la penumbra.
"Company Commander" resonó con la gravedad de una balada épica, cargada de la crudeza de la guerra, mientras que "Guts" nos llevó a un abismo de introspección visceral. "Cable Hogue" aportó un rayo de luz en el horizonte sombrío, su lirismo navegando entre las ruinas de un mundo en declive.
La noche continuó con la visceral "Shark-Shark", una embestida sonora que destilaba desesperanza y desolación, y "Wasteland", que retrató el vacío con una elegancia desoladora. En un giro hacia lo sublime, "Do Not Go Gentle Into That Good Night" clamó contra el apacible sueño de la muerte, mientras que la emblemática "I'm Waiting for the Man" de The Velvet Underground evocó una época dorada de subversión y anhelo.
El crescendo final llegó con "Barracuda", un lamento de resistencia, y un emotivo "Heartbreak Hotel", un tributo a Elvis Presley que, con su tristeza infinita, nos sumergió en un pozo sin fondo de nostalgia.
El espectáculo no solo deslumbró por su sonido, sino también por el despliegue visual: un tapiz de imágenes psicodélicas y vintage que danzaban en un caleidoscopio de nostalgia análoga, proyectando un sueño febril sobre las paredes doradas del teatro.
Así, en un ambiente que parecía a punto de desmoronarse bajo el peso del tiempo, John Cale ofreció un viaje al corazón de la oscuridad y el recuerdo, recordándonos que incluso en la penumbra más profunda, la belleza sigue resonando.