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No fue una “noche llena de encanto”, ni bailamos “hechizados por la música y las luces”. La oportunidad con los “hechizos de cristal” es perfecta para reciclar todos esos clichés de la crónica de concierto, pero no voy a caer. En fin, quizá fue la fiesta, la ocasión, el mood de los músicos o de quien escribe estas líneas, pero… bueno, ¿qué más da una pequeña licencia cursi? Un poco de magia, ciertamente, cayó anoche bajo el techo del Foro Indie Rocks! a cargo de Glass Spells.
Escuché a Glass Spells por primera vez en medio de la pandemia y de no ser por el encargo de reseñar un EP para estas mismas páginas seguro no me hubiera quedado. No es su culpa; tardé poco en fastidiarme del revival ochentero y de todo el campo semántico del post punk entonces sobreexplotado por la prensa. Empero, el proyecto synth pop de Tania Costello y Anthony Ramirez encontró un lugar especial, acaso por los recuerdos, acaso por el sonido enérgico y a veces lóbrego que en el mapa musical contemporáneo no deja de ser familiar.
Pero en vivo la energía de Glass Spells es diferente. Es alegre, vivaz, divertida. Arriba del escenario, Tania, vocalista, y Anthony, multiinstrumentista, rompieron la imagen sobria y oscura que por tres años me construí de ellos a partir de escuchar una y otra vez el Mirrors (EP, 2020).
No son la imagen arquetípica del dueto goth, sin embargo son la pareja perfecta como en las películas: él, serio, de pocas palabras incluso abajo del escenario; ella, brincando y bailando con pasos improvisados, genuinos, sonriendo, imitando pasos de hechicera, al tiempo que expresaba una y otra y otra vez su amor por la capital mexicana en un imperfecto español. Repartiendo abrazos, sonrisas y agradecimientos en su firma de autógrafos, como no esperas de quien bajo los reflectores canta imágenes esotéricas y alabanzas a la noche.
Para Tania, emperó, la velada era una auténtica fiesta. “Yo nací en Guadalajara. Me fui a los siete años. Esta es mi primera vez regresando a México”, dijo al micrófono, casi con la voz en lágrimas. Del lado del público, el festejo correspondió con “Shattered”, “Thrills”, “No One to Trust”; la emoción emanada por la vocalista era palpable en cada salto y cada coro con los que un Foro al tercio de su capacidad, pero entregado, recibió las balas de la incipiente discografía de Glass Spells que, incluso, contagiado del ánimo, interpretó una canción nueva a modo de encore (“aún no le ponemos nombre, no sabemos cómo se va a llamar”, bromeó Tania, nerviosa).
El turno de “Empty Road” se sintió como ese momento de gloria cuando una banda de larga trayectoria deleita a sus hardcore fans con sencillos de sus primeras grabaciones. “Empty Road” no tiene ni un lustro de existencia, es cierto, pero escucharla en vivo introdujo a quien escribe estas líneas a la celebración que ocurría una par de filas adelante. El reencuentro con ella trajo recuerdos de aquel infame 2020 cuando el sencillo llegó a nuestras playlists; recuerdos del encierro, de la pandemia, de cómo pasó el tiempo y de todos los sueños, relaciones y conexiones que se llevó. Pero de cómo, mediante el baile y el canto, celebramos que seguimos aquí para contarlo.
Y ¿qué son estas ganas de llorar? Escuchar “Hechizos” coronó la sobrecarga de emociones. Culpo acaso a la letra en español —la primera en su carrera—, el inicio del éxtasis entre el público desde los acordes iniciales, o bien que resonaran en mi cabeza las palabras de Tania sobre éste, su más reciente sencillo al cierre de esta crónica: “La intención de ‘Hechizos’ era escribir algo que saliera del corazón”, me explicó la vocalista días antes en una entrevista. “Tienes momentos en la vida en que alguien te hace un mal y dejas que afecte todos los aspectos de la misma…”.
“...Pero un día te despiertas y decides que esta persona ya no va a tener ese poder sobre ti: yo soy la hechicera, yo tengo el poder y ya no me puedes causar dolor”, dijo, según recordé, conmovido, mientras Anthony soltaba las últimas notas del bajo.
El concierto de anoche no sólo fue una cálida (re)bienvenida a Glass Spells (desde ya los visualizo en los escenarios del Centro de Salud o en los grandes festivales del circuito Roma-Condesa). También, fue una muestra de que dentro del synth pop y los derivados de la escena oscura, aún dentro de una creciente saturación de nuevos y nuevos proyectos, resiste el espacio para la sensibilidad y el encanto pop, y de que las fronteras que separan las coincidencias entre éstos de uno u otro lado del muro son meramente simbólicas. ¿Una noche “mágica”, “llena de encanto”, “hechizados por la música”? Dicen por ahí que ninguna persona vive el mismo concierto, ni siquiera estando en el mismo lugar. Es cierto, lo comprobé. El hechizo ocurrió. Pero eso me lo guardaré para mí.