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¿Cuánto puede cambiar el mundo en 25 años? En México, se extinguió el prigobierno, se consolidaron el cambio democrático y la apertura a mercados internacionales, la contracultura dejó de ser un estigma hasta quedar arropada bajo el manto de los primeros Vive Latino —al menos, en su época, esa fue la intención— y asistir al concierto de una banda internacional dejó de ser un sueño para convertirse en una competencia.
A The Cardigans le tomó 18 años volver a México, pero le tomó los mismos 25 volver a ser un acto estelar en el país y ver solo su nombre en las marquesinas, fuera de festivales —ahí está en YouTube, como evidencia de esa primera visita, la incómoda entrevista con Jorge Ortiz de Pinedo—. Cuando The Cardigans volvió a México, se encontró con que el alternativo se había extinguido junto a la adolescencia de su público. Pero, también, se encontró con que su música había llegado, inesperadamente, a nuevas generaciones de escuchas que apenas soñaron con vivir el esplendor de los 90.
“Somos una banda que ha estado ahí por mucho tiempo. Por ejemplo, mi hija tiene 17 años; cuando era más joven encontró algunas de nuestras canciones en la plataforma que antes era TikTok [Musical.ly]… Los chicos encuentran canciones de formas diferentes a nuestra generación y, si éstas son interesantes, seguramente les van a gustar. La verdad estamos muy felices de seguir sonando”, comenta el bajista Magnus Sveningsson.
Dos décadas y media, empero, no han pasado en vano dentro de The Cardigans. Por ello, el grupo no necesitó nueva música como aliciente para volver a más escenarios internacionales —ni lo ha hecho desde 2006—, sino apenas el ímpetu de abrazar la bandera su nombre para sobrepasar sus transformaciones.
Particularmente, abrazarla después de la separación del guitarrista y fundador Peter Svensson, cuyo lugar ahora ocupa Oskar Humlebo y con quien, comentó Magnus, no han vuelto a tocar desde la gira del último disco, cuando manifestó sentirse decepcionado por el rechazo del grupo a trabajar en nueva música, consecuencia de la decisión tomada por la vocalista Nina Persson de formar una familia, grabar un álbum solista y tomarse un “largo descanso”.
Tuvimos el descanso, Nina grabó su disco y… No sé si llegó la noticia a México, pero nos enfrentamos en un enorme juicio con The Hives. Así que ambas bandas necesitábamos dinero para pagarle a los abogados. Entonces, volvimos a tocar. Fue en 2012, hace 10 años… Y nos dimos cuenta de que era muy agradable estar juntos. La pausa fue solo de cuatro años, de 2008 a 2012, pero amamos compartir escenario otra vez”, narra el músico.
De esta forma, el concierto del domingo pasado en el Pepsi Center WTC no solo fue un regalo para los fans —la primera interpretación en vivo de la seminal “Rise & Shine”, después de una década, lo confirma—, sino también una celebración dentro de la banda por la unión que ha derivado en 30 años de carrera. Festejo frente a un público que, 25 años después del primer encuentro, ha madurado a la par de la música.
“Creo que, si uno tiene suerte —y talento, supongo—, su obra puede seguir siendo relevante 20 o 30 años después, por todo el esfuerzo que se pone en ella, incluyendo la grabación en el estudio, la composición, el arte de portada y demás. Las canciones de calidad siempre van a permanecer. El público siempre va a saber reconocer la calidad. Aunque las canciones también pueden cambiar de significado con el tiempo, lo cual me parece genial”, comenta Magnus.
En vivo, tocamos las canciones casi de la misma forma en que lo hacíamos antes. Pero, en el caso de 'Lovefool', por ejemplo, fue una que no tocamos por muchos años. Y después la interpretamos en Rusia un par de veces y nos dimos cuenta de que era un gran himno gay. Que significara mucho para la comunidad gay que la tocáramos significó mucho para nosotros también, porque eso representa que tuvimos impacto”, celebra el bajista.
A final de cuentas, entre el éxito de “Lovefool”, “For What It’s Worth” y un catálogo de seis álbumes, The Cardigans se convirtió por sí mismo en un cachito de los 90, uno que contribuyó a darle su identidad última a la época donde se gestó el alternativo. Cuál fue el destino y propósito de aquella etiqueta continúa en debate entre académicos y puristas. Sin embargo, más allá de eso, las canciones de The Cardigans siguen y seguirán levantando coros, llenos todos de buenos recuerdos.
No solemos hacer giras largas, por lo que tocar [los éxitos] no se ha vuelto aburrido. Hacemos esto pocas veces al año. Mientras podamos tocar bien las canciones, ya sabes, con mucha energía, disfrutando de nuestra compañía y, además, haciendo dinero por ello, sentiremos que es una buena forma de ganarnos la vida. Y también de divertirnos. Cuando nos reunimos, dijimos: ‘bueno, hagámoslo, por lo menos mientras sigamos sintiendo que es divertido’”, concluye Magnus.