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CANORO: [Capítulo 29] El Ejercito no me cuida

CANORO: [Capítulo 29] El Ejercito no me cuida

22/Nov/2022

Y tú, ¿te sientes a salvo?

El ejército ya llegó empuñando la granada. Salgan todos de la casa o les carga la chingada.

Tenía un compromiso propio, como una nueva regla en casa: dejar de informarme de lo que ocurre afuera. Desde el inicio de la pandemia, las noticias en los medios “informativos” me provocaban rasquiña; los nombraba “medios enredativos”. La verdad siempre ha estado carente en lo que pretenden, desde su fundación, “informar”. Pero no consigo cumplirlo del todo ese compromiso, ya sea por costumbre, habito o morbo. Es la pinche decadencia de afuera la que amarga mi café.

Llevamos semanas recibiendo noticias referentes al hackeo provocado por el grupo internacional Guacamaya Leaks que se metió hasta la cocina de la SEDENA. Información vulnerable y riesgosa para la opinión pública que podría atentar contra la estabilidad de las fuerzas armadas y su prestigiosa ética moralista, según. Noticias que se han empalmado con la pretendiente incorporación de la Guardia Nacional con los militares, así
como el confirmado involucramiento de soldados en la desaparición de los 43 normalistas. Unas balas rozagantes para el Gobierno Nacional y su confusa estrategia de seguridad.

En las columnas y medios de “crítica” predican el amenazante riesgo que causaría la Guardia dentro de la SEDENA; un suspenso catastrófico que anuncian encabezando el riesgo económico y de inseguridad que atenta contra la sociedad mexicana. Informes descabellados que preocupan a mexicanos dentro y fuera del país. Grandes influyentes de México han levantado la voz exigiendo una retrospectiva de la decisión. Principalmente por el riesgo culminante que nos predican. Exageraciones y declaraciones llevadas al borde de lo extremo para motivar a la opinión pública. También, claro está, la arcaica oposición que alza la mano exigiendo replantar la propuesta (afilando sus colmillos dinosaurios). ¿Y saben algo? Sí es preocupante.

Desde antes de comenzar la desgraciada “guerra contra el narco” encabezada por el ex presidente Felipe Calderón, la lista de defunciones consideradas excepciones de narcotraficantes en México, o como los llaman “daños colaterales” ha llegado a números catastróficos y de poca verdad cuantitativa; se presumen que son más de 350,000 personas y más de 72,000 continúan desaparecidas —según cifras oficiales de enero de 2006 a mayo de 2021— no solo por la militarización, sino sobre todo porque los soldados salieron de los cuarteles para combatir una guerra ficticia, escribe Luis Pardo Veiras y Íñigo Arredondo en The Washington Post (Junio 14, 2021). Tan solo en el pasado 2021, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cerró con más 30,000 homicidios donde hay involucramiento del ejército mexicano, según Pablo Ferri de El País (diciembre, 25 de 2021).

Lo número y porcentajes de caídos por estos enfrentamientos resultan devastadores cuando de personas y familias hablamos. El Ejercito mexicano continúa manteniendo una esencia criminal y no de protección, y por más que se haga propaganda del gran esfuerzo que dedican los soldados, es una realidad que sus técnicas de “seguridad” no alientan una confianza cegada de nosotros hacia ellos. No hay tranquilidad, credibilidad ni honor si de cuidarnos se trata.

Cuando era adolescente, la mascota de mi vecina murió por falta de vacunas. Sin saber qué hacer por el desconocimiento y dolor que generó la pérdida, el cuerpo del perro fue entregado a uno de sus tíos que, según él, resolvería la situación sin tanta faramalla. El desenlace es que el tío, un militar activo, destazó al animal arrojando las partes en un canal de Xochimilco. La frialdad y crueldad con la que actuó me dejó sin aliento. Tiempo
después, ya pasado impactante conclusión, entendí el tipo de entrenamiento que estos sujetos reciben en la academia; sin plegaria, sin piedad, sin remordimiento.

Años más tarde, en mi supuesta buena intención de ser un correcto ciudadano, atendí el “servicio militar” que exigía para jóvenes que cumplen la mayoría de edad. En esos sábados que comenzaban de 7:00 a 13:00 horas, conviví con la naturalidad que se vive en los cuarteles militares. Principalmente era esa mentalidad machista y violenta la que me dejaba incomodo y dañado; su estilo y línea para guiar, educar y exigir comportamiento durante los adiestramientos para nosotros era vergonzoso, básicamente porque su principal método de sofocación era hacernos sentir miserables al compararnos con el sexo femenino, o bien lastimando la imagen de las mujeres que nos rodeaban: madres, hermanas, novias. Las ofensas y consignas con las que nos arremetían eran empeñadas en escenarios sexuales, con expresiones misóginas y agresivas: cogerse a mi novia, meterle la mano a mi hermana o prostituir a mi madre, eran ejemplos con los que nos reprendían.

Los militares en el mundo entero mantienen un entrenamiento físico y mental violento y arrebatado, rudo y denso. La visión con la que las cabezas de un ejercito dirige a sus cabos es exigente pero falsa de una supuesta protección. Sin embargo, ese pensar inculca en hombres y mujeres la violencia como única salida ante un enfrentamiento de cualquier índole; desde una guerra contra narcotraficantes, como derrumbar un edificio con personas con vida entre los escombros después de un terremoto. O disparar a ciudadanos protestando.

La historia que México ha construido a lo largo de los años respecto a la seguridad pública es una línea de tiempo dolorosa y macabra. Los antecedentes en donde los militares se han visto involucrados cuando de vidas humanas inocentes se trata, está fija en la conciencia social. Cada año se repite una y otra vez manifestaciones de luto para recordar los daños que han generado el gobierno a la humanidad con sus perros sin bozal.

En esa publicación de opinión firmada por Luis e Íñigo en The Washington Post (June14, 2021), “Una guerra inventada y 350,000 muertos en México”, los columnistas citan que “La influencia militar, además, se mide en cómo el espíritu castrense de ‘guerra’ y ‘enemigo’ ha permeado a todas las fuerzas de seguridad. La narrativa de la guerra contra las drogas ha servido como paraguas para la corrupción e impunidad históricas en la
impartición de justicia. Las ejecuciones cometidas por quienes deben proteger a los mexicanos se han sucedido en estos 15 años bajo el genérico ‘bajas en enfrentamientos’”. Un párrafo que se puede leer en cualquier momento de la historia y que parece actual. El ejercito en las calles no es una opción, no cuando quienes lo componen no respetan la integridad de los que protegen. Me resultan aberrantes como figura militar, las afectaciones que provocan y el despilfarrante presupuesto que les otorgan.

El problema está en la raíz, en esa bien enterrada y sujetada de nuestras tierras mexicanas, la que no nos permite avanzar, reconstruir y mejorar. Ninguna fuerza armada puede contra la inseguridad en México cuando ésta pertenece a la misma nómina. No hay alternativa o eficacia que asegure la tranquilidad de los ciudadanos cuando estamos repletos de sujetos violentos que protegen los intereses de sus autoridades; una maldita ironía que el perro obedezca al amo, pero muerda al proveedor de su alimento. La solución no son los soldados en las calles del país para alentar “seguridad”, o más armas enfilando inocentes, si es ese color verde camuflaje el que nos produce pesadillas. No estamos seguros con los elementos que presumen protegernos. Estamos desnudos en un aparador que no manosea con o sin uniforme.

En los hospitales mueren personas heridas de balas perdidas. Y al mismo tiempo llegan al mundo nuevos ciudadanos que corren el mismo riesgo. Si las generaciones están cambiando, ¿por qué no cambia la técnica para protegerlas? Buscamos los mexicanos día con día un lugar a salvo para nuestras familias y comunidades; solo queremos salir a trabajar, sin importar fuesen doce horas diarias, para cumplir con el impuesto solicitado,
con el mismo que mantienen a dichos criminales. Ya son desgastantes los dolores de nuestro país, así que por favor: no nos golpeen más.

No abuses más de la fuerza que un uniforme te da, mira que la dignidad no tiene color de piel tampoco clase social. La libertad no es metralla, la libertad no es violencia. La libertad es conciencia que derrumba las murallas. No queremos más prisión, no más desaparecidos. Queremos pueblos unidos en un solo corazón, queremos que esta canción vaya trazando un destino; obreros y campesinos estrechemos nuestras manos, todos juntos como hermanos hagamos la libertad. Que nos de justicia y paz a todos los mexicanos". Los Aguas Aguas.

Puedes localizar los anteriores capítulos de #Canoro en Indie Rocks! Todas las canciones que musicalizan estas historias se encuentran aquí: