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Reyno es la prueba viviente de que con un golpe de tarola y un rasgueo reverberante, se puede generar un aura multicolor, etéreo y casi kinestésico.
El dúo de rock alternativo regresa a los grandes escenarios para reafirmar que su viaje definitivamente es por lo eterno. La misma agrupación que en 2021 anunciaba su separación, hoy firma un contrato con la posteridad. “Hay Reyno para muchos años más”, menciona Christian Jean; el eco que extingue la nada y promete un “para siempre”.
Entre la afluencia inaudita de una caótica ciudad y el súbito sold out de la banda, la euforia al exterior del recinto hace vibrar las ansias a metros de distancia. Sobre un mar de gente, algunos encapuchados susurran con discreción: “Boletos, quiere boletos…”, mientras los últimos fans llegan para agotar las pocas entradas en reventa.
Son las 20:00 H y las primeras filas de la pista ya han sido ocupadas. En un dos por tres y con una prisa que catapulta al resto para tomar su lugar, los rezagados corren desde la entrada para apoderarse de su cachito de piso, mismo que termina por perderse, pues las localidades agotadas convierten al público en sardinas enlatadas.
Desde las afueras del recinto, una ovación indica el comienzo del set. Con la presencia en tarima de Alejandra Moreno (Ruido Rosa) y Florencia Quinteros (Celest) en los coros, David G. Pablos en la guitarra, Santiago Carranza en los teclados y sintetizadores, Miguel Hernández en el bajo y Pablo Cantú en la batería, los sonidos que emanan de los altoparlantes comienzan un juego de armonías hipnotizantes que pretenden impregnarse en la memoria de sus fieles. Jean sale a cantar y el resto es para los fieles.
Con la volatilidad de los secuenciadores y la reverberación de una guitarra en el auge de su propia saturación, la naciente luna se acompaña de las primeras piezas de esta velada sabatina: “Detonador”, “Dualidad” y “Fluye”.
Los fieles seguidores de la copla, acuden al canto en señal de deseo y sed de más y más de sus canciones favoritas. El público toma el micrófono y el frontman dirige el mismo hacia su audiencia. Las almas reunidas aquí se convierten en el protagonista de una larga historia de éxitos y canciones memorables.
“Hay tanta química, que es tan natural, vernos sin hablar”, corean cientos de asistentes en unísono y a todo pulmón.
Niños, adultos y jóvenes disfrutan del concierto como uno mismo. Una familia completa eleva sus manos al aire en señal de disfrute, los menores cantan y saltan de alegría apenas resonado el primer bombo. El ciclo se repite una y otra vez, no hay descanso ni tiempo para el aliento, solo esto. Un gran momento.
Pablo deja las percusiones y se une a la voz principal para interpretar “Musa”, la locura resalta. Subsecuente, todos retoman su posición para vibrar con el single “Amarrado” y nadie deja un verso sin ser coreado. Al terminar el tema y con un histrionismo musical explosivo, las luces de la tarima apuntan al vocalista: “Gracias por estos 10 años (...) Quién diría que con una sola publicación de Instagram esto se llenaría (...) Gracias”, termina el cantante.
En el transcurso de este viaje, los asistentes continúan en trance y roban protagonismo a los monitores externos del escenario. La voz del público termina por sustituir los versos de Christian de un solo golpe. Las almas reunidas allí son el personaje principal de la noche.
“¡Yo sabía que regresarían!”, grita un fan empedernido con una pila de vasos de cerveza en su brazo derecho y un tatuaje en la muñeca con el logo de la banda. En contraparte, su acompañante coloca su mano en la frente y se ruboriza de inmediato. Al final la pena se esfuma y solo queda Reyno con su séquito incontrolable.
Por si fuera poco, los asistentes corean el clásico “OLÉ, OLÉ” y está claro que aquí se viene a demostrar cariño. Los visuales psicodélicos acompañan la entrada de algunos temas como “Remi”, “El Eco de la Nada” y “Parte del Sol” en simultaneidad a los exuberantes outros, fills de batería y solos que catapultan a cualquiera hasta lo más alto del Auditorio BB.
Las luces bajan y terminada una canción, la banda se dirige al backstage para tomarse unos minutos. El delay de la guitarra resuena junto a un secuenciador puntual, los estrobos de luz entre la penumbra dan pauta al principio del final. Llega el encore.
Después de algunos gritos de entusiasmo y un cántico que pronunciaba el nombre de la banda una y otra vez, los músicos se reincorporan a sus lugares. El setlist continua y “Ay de Ti” resuena en la memoria de todos.
El último respiro parece acercarse, pues la agrupación comienza a desenfundar su arsenal más pesado. Llega “Ahrimán” y detrás de este, “Purifícame” y “No Te Vayas” interpretado por Cantú, con esto las lágrimas escurren (literalmente) y la nostalgia llega sin avisar.
Finalmente, “Fórmula”, “Control” y “Dos Mundos” cierran la noche con broche de oro, y el micrófono es testigo de las enmarcables palabras de la copla; “Nos vemos muy pronto. Hay Reyno para muchos años más”.