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La esencia de una audiencia LGBT+, diversa, calurosa y deseosa, le hace honor y toda gloria a la discografía de uno de los exponentes del R&B, soul, funk y pop contemporáneo más relevantes del género en Norteamérica y el mundo.
Omar Apollo llega hasta las entrañas del Auditorio BB para desenmarañar la tarima con sus flamboyantes pasos de baile, movimientos de cadera al mero estilo Mick Jagger, vueltas a la Michael Jackson y eso coros angelicales, palpitantes y dignos de este gran recinto.
Por si la temperatura humana no es suficiente, el grosor de los bajos del sistema de sonido da pauta a toda la emoción contenida. Con secuencias ambientales misteriosas y unos cuantos minutos de espera, la primera nota hace vibrar a quien recién cruza el portón de lugar; Niko Rubio sube al escenario junto a un power dúo instrumental y con una energía desbordante, es hora de calentar los motores.
Directamente desde Los Ángeles, California, la cantante de ascendencia mexicana adorna el aire con sus melodías pop rock y se mimetiza con la euforia de su compañía en el escenario. Headbanging y golpes de tarola más firmes que un metrónomo, retumbantes kicks al bombo y feels de batería que rematan cada canción, la miradas se dirigen al joven baterista y su melena atrabancada.
Niko en su profusa sensualidad, eleva sus manos al aire en señal de aquellas sucesiones melódicas heteras. Con carisma, dulzura, y con un control mental poderoso hace elevar las manos de aquellos asistentes, a quienes en ningún momento ha permitido voltear a otro lado que no sea a ella. “Estoy enamorada”, menciona a una chica entre la multitud con las manos en su rostro, ¿gay rights ahead?
Media hora después, el set llega a su fin y el inter se abre paso. Algunos en el centro de la pista gritan con fervor a los músicos, cuyas playeras de tirantes muestran esos bíceps y tríceps marcados que parecen volver locos a algunos; algo nos dice que el porcentaje heterosexual ha disminuido. ¿Será verdad? ¿podremos ser curados? Eso está por verse.
Los ingenieros de audio comienzan su labor, y las ansias ya carcomen los oídos. En la espera llega “La Luz” de Kali Uchis y Jhay Cortéz, algunos cantan y otros bailan. “American Boy” de Estelle ft. Kanye West suena sin aviso y todos empiezan a cantar; en eso prosigue “Monster” de Kanye West y algunxs cantan los versos de Nicki Minaj de corrido, después “Suavemente” de Elvis Crespo y nadie duda ni un poquito en mover sus pies.
Entre las penumbras de la tarima, los deslumbrantes reflectores dirigidos hacia el público y la música a tope, la banda comienza pero nadie sabe lo que está pasando. El audio para de golpe y la banda, con claras fallas en el audio, son el preludio de un rayo que sale disparado de un costado del escenario. Las luces se tornan a su punto focal y el público enardecedor comienza a cantar “Useless”, “Unbothered”, y otros clásicos del cantante como “Erase”.
Entre un español a medio pronunciar y una sonrisa que con picardía saluda a los asistentes, el cuerpo comienza a soltarse a la par de sus pasos de baile. Omar Apollo ha llegado. De pronto se hace presente “Killing Me”, extracto de su más reciente álbum de larga duración, Ivory. Un sombrero vaquero cubre su cabeza y este lo acompaña con movimientos de cadera y piruetas que derriten a más de uno desde abajo de la tarima.
Con cerveza en mano, y un par de tragos por allá, el mundo corea como si no hubiera un mañana. Con una exactitud de clase alta, los músicos de Omar parecen coordinar y hablar entre sí telepáticamente, sin titubeos, con solos de guitarra abigarrados, y un bajo sustancialmente hecho de concreto. Cada acento, pausa o bajón se acompañan de una vuelta y un golpe muy al estilo del rey del pop. El concierto es un congreso de hipnotismo, nadie parpadea, nadie titubea, solo se mueven.
Entre corridos y pura casta mexicana, se siente el norte con un par de cervezas. Llega el brindis y el acompañamiento de “Dos Uno Nueve”. El coro de los fans tiembla en las paredes de la sala con un “y no me agüito”; al igual que “En El Olvido”, guitarras acústicas y ganas de “pistear” hasta el amanecer.
Pero eso no lo es todo, pues Ivory comienza a tomar fuerza con canciones como “Petrified” o “Invincible” ft. Daniel Caesar, y alguno que otro colado como “FRÍO”, con esos cortes dramáticos y sucesiones corporales heredadas del mismísimo Jagger (The Rolling Stones).
La bandera mexicana ondea de un lado para otro en los hombros del bajista mientras “Tamagotchi” suena con sus beats de trap alternativo. La gente salta, el mundo se vuelve loco y todos gritan aquellas líricas como si de una competencia se tratara. De pronto la energía es más incontenible cuando “Kamikaze” sale a relucir, pues con el calor de la noche y la sensualidad de Omar en la tarima, el bochorno es casi perceptible. Definitivamente la heterosexualidad empieza a escurrir, se desvanece y todos parecieran “no saber por qué”.
“¡Te amo!”, grita una fan empedernida. “!NO, YO TE AMO MÁS” replica una voz varonil al frente. “¡NO! YO MÁS”, devuelta a la parte posterior. Todos ríen, y al final el mundo parece corresponder el grito. Entre el onírico viaje de este concierto alguien parece aventar un peluche al escenario ¿Será un Dr. Simi? Esperemos que sí. El objeto llega al suelo, pero el artista hace caso omiso. Intento fallido.
Mientras tanto, la recta final avisa determinante. “¿Dónde están los gays”, menciona Apollo, y la mayoría del público levanta su mano y grita con ímpetu. Al instante “Hey Boy” ft. Kali Uchis se hace presente; Omar pide a su público elevar su voz con “Bad Life”, “Go Away”, y finalmente llega “Want U Around” ft. Ruel.
Los presentes son un torbellino y el dueño del micrófono el dios del trueno, del aire y de los cielos. En algún momento Omar sale del escenario y todos inmediatamente replican con un “Otra, otra, otra” sin fin alguno. Por último, regresan todos al escenario cubiertos de sudor, con algunos amigos del cantante y junto a Niko Rubio y compañía.“Tamagotchi” suena de nuevo y botellas vuelan por los aires. La última fecha de Omar Apollo ha terminado.
Todo el mundo vuelve a casa contento y con una sonrisa en el rostro. Pero esperen, algo se ha quedado aparcado en el auditorio ¿será nuestra heterosexualidad?, yo digo que sí.