Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
No todos los días tienes la fortuna de ver a tu banda favorita en uno de los recintos más emblemáticos de la Ciudad de México. Para algunos el espacio es lo de menos, pero cuando la euforia desbordante de un fiel seguidor inunda un foro, este se convierte en el espacio predilecto para escuchar sus éxitos preferidos.
El pasado sábado 27 de noviembre, Porter hizo retumbar las paredes del Auditorio BB en un concierto único, muy especial y con lleno total a pesar de las restricciones sanitarias. Para los fans eso tampoco fue un problema, pues aún con lugares libres designados para la sana distancia, parecía no caber ni un alma más.
En punto de las 9:00 pm el escenario recibió a Adryanna Cauduro, una cantante y compositora queretana, que con sus beats electrónicos, tesituras dulces, energizantes y apacibles calentó los motores para recibir al conjunto estelar. Con la pesadez de la noche y el calor humano del gran auditorio, solo bastó un par secuencias, una guitarra, algunos sintetizadores, luces neón y un audio abrazador, para hacer vibrar a los asistentes.
Con cerveza en mano y un grito desesperado el público consumía el lugar a cada minuto. Como si de un estallido cronometrado se tratase, los presentes parecían saber que el momento se aproximaba al término de cada canción y después de un “¿Ya están listos para Porter?” de Cauduro. Prácticamente las ansias se comían solas.
Finalmente, la artista agradeció a la banda y a todo el público con un “gracias”. En eso, la gente corrió al baño o por más bebida, las personas miraban su celular con cierta aspiración y afán de curar el nervio, la plática era inquieta y todo parecía ser una bomba de tiempo a punto de explotar.
Las luces de la tarima se apagaron y los grandes reflectores iluminaron la pista. En eso los altoparlantes comenzaron a emitir algunos efectos ambientales que auguraban la entrada de David Velasco, Fernando de la Huerta, Víctor Valverde y Diego Rangel, mientras las luces revoloteaban en un color azulado y perpetrante. Una ovación de pie y alguno que otro aplauso hizo salir a la banda y ahí el viaje comenzó.
“Que el tiempo cura todo, no es cierto. Que la luna es de queso, no es cierto”, corearon todos y cada uno de los presentes mientras la agrupación tocaba el tema, “Pájaros”. Los segundos parecía irse como agua sobre las manos a penas empezada la segunda canción, y aun así todos parecían disfrutar cada instante sin preocupación alguna.
Con algunos extractos de su aclamado álbum de larga duración, Moctezuma, y su primer LP, Donde los Ponys Pastan (con canciones como “Host Of a Ghost” y “La China”), la locura arribó y sin ninguna mesura. Sin necesidad de conocer toda la letra, hasta el más despistado cantó el coro y alguno que otro verso de los sencillos más representativos, sin embargo, jamás se dejó de disfrutar con el paso del setlist.
“Aquí van dos canciones nuevas”, anunció Velasco en el micrófono mientras todos parecían reconocer de inmediato de cuales se trataba: “Sol@”, “Sonámbulo” y “Ranchito” (tocada por primera vez), tres obras pertenecientes a su nuevo disco (disponible para el primer bimestre del 2022), y efectivamente conocidas de pies a cabeza por la mayoría a tan solo unas semanas de su lanzamiento.
Para el punto más álgido de esta presentación y en la cumbre de la segunda parte del cancionero, una gran bola disco bajó desde el centro del escenario y los pasos de baile salieron a relucir con “Para Ya” y “Xoloitzcuintle”. El canal auditivo que conduce al tímpano parecía colmarse por completo con el cántico y el bullicio coral de quienes, aún con el paso de las casi diez canciones hasta el momento, no cesaban de gozar.
La recta final se acercó con rapidez y de pronto el encore había llegado. El típico himno latinoamericano comenzó con el propósito de ver salir al cuarteto una vez más: “Olé, Olé, Olé, Olé, Porter, Porter”, y gracias a ello David retornó para cantar un tema a guitarra y voz para todos los fieles. Posterior a ello, los demás integrantes se incorporaron y en el resueno del primer acorde de guitarra, un juego de luces con láser anegó el foro como si todos se encontrasen en una lumínica y calurosa discoteca. “Palapa”, “Espiral”, “Murciélago” y “Huitzil” fueron de los últimos temas de aquella noche.
Pasado un buen rato nadie pretendía abandonar tal epifanía musical. El último golpe al bombo y un platillazo fueron suficientes para ver partir a cientos de asistentes, quienes lograron un sold out a tan solo unas horas del evento. Porter logró retomar al público de la CDMX y esta vez con aún más sorpresas por venir y un nuevo disco a punto de ver la luz.