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¿Quién es Richard D. James? ¿Qué es lo que lo hace vibrar, inspirarse o explotar? A seis discos de estudio, 14 EPs e incontables remixes y sencillos bajo el nombre de Aphex Twin, aún es difícil descifrarlo, y quizás es parte del encanto. Su música a veces es tan enigmática e inclasificable como las historias que ha fabricado acerca de su vida personal (incluyendo el haber conducido un carro blindado con una ametralladora durante los 90), y mientras más nos queremos asomar, más hondo caemos en el agujero del conejo, encontrando nuevos tesoros y artificios en el camino.
A 25 años de la salida de su disco homónimo, The Richard D. James Album, la excusa de celebrar es más que adecuada para volver a perderse en este laberinto sin fin, y para aquellos nuevos adeptos, a que se den un colosal baño digital de la música electrónica que se visualizaba y creaba en esos tiempos. Mientras que The Orb conquistaba el espacio con rimbombancia y minimalismo fluctuando aleatoriamente, Autechre destrozaba computadoras y samplers para intentar crear significado a través del caos y Cornelius empezaba su carrera como solista valiéndose de la naturaleza y el clima como instrumentos. Pero Aphex Twin ya tenía otras cosas en mente.
Tras irrumpir y consolidarse en la escena con sus experimentos en el ambient que posteriormente recopilaría en un par de icónicos discos, James aún necesitaba saciar su apetito por unir todas las aristas posibles de la música para crear algo nuevo. Fue así que sacó su Macintosh, programó softwares avanzados de sintetizadores y condensó todos los sonidos posibles - sintéticos y orgánicos - para armar un collage auditivo impensable. Una vez que tenía los elementos básicos, tomó inspiración en Squarepusher y Luke Vibert, un par de músicos y amigos personales, para una musicalización más rápida, que rebasara los límites de todo lo que era humanamente posible hacer en ese momento.
Pero no nos dejemos engañar por el título. Sí bien, el disco es una especie de autobiografía, un testamento de quién era y cuáles eran sus inclinaciones creativas en ese momento, tal y como indica la icónica y amenazadora portada creada por él mismo y sus primeros coqueteos con el naciente Photoshop, la idea de James parece sonar más a la descripción de la humanidad en general, con sus bellezas, sus arranques, sus fallas y sus logros. Cómo detrás de un rostro distorsionado y malentendido, puede haber calma, sensualidad, timidez, impulsividad, furia y agonía.
El disco nos deposita in media res, en medio del espiral polifónico de “4”. Hay que mantener el paso si queremos llegar a la siguiente parada, la sesión vigorizante y agotadora de tonos que brinda “Cornish Acid”. El tracklist no da tregua con la acelerada y mística “Peek 824545201” tan melódica como opaca, llena de burbujas digitales.
“Fingerbib” nos toma por sorpresa por su selección de notas y sintetizadores reminiscentes a la música para clubes o raves, pero con una atmósfera modesta y difusa, como si alguien quisiera enmudecer los instrumentos (The xx claramente tomó nota). “Corn Mouth” ahoga un órgano sesentero en un cóctel de beats con influencias de jazz. Y “To Cure a Weakling Child” hace honor a su nombre, acoplando sonidos guturales de bebé, instrumentos de juguete y ritmos pausados e inciertos, simulando los primeros pasos de un infante.
La última y más emocional sección del disco la inicia “Goon Gumpas”, que nos lleva a una tierra de ensueño con matices pastel y un sublime arreglo de cuerdas, haciendo alusión al descubrimiento de la felicidad y la autorrealización. “Yellow Calx” se oye como la desmantelación de una máquina en tiempo real, simulando el trabajo y la producción, mientras que “Girl/Boy Song” es el enamoramiento. Cada percusión y beat tartamudeante y cada cuerda artificial suenan a los latidos y estallidos de un corazón incondicional. Finalmente, “Logon Rock Witch” nos conduce a una casa psicodélica de juguetes, con una oscura tonada amenazando por detrás, creando una colisión entre nuestro mundo infantil con la locura e incoherencias de la adultez.
Así, The Richard D. James Album no nos resuelve del todo: ‘¿Quién es Richard D. James?’, pero en vez de ello terminamos con la incógnita de ‘¿quiénes somos nosotros?’. Es un disco como la vida misma: esperanzadora un minuto y brutal al siguiente; incluso a veces ambas a la vez. Y a 25 años de su salida, su atemporalidad y ambición hacen que queramos volver a caer por el agujero una y otra vez. Desconocemos si la intención final de Aphex Twin era hacer el viaje musical definitivo (eso depende de cada escucha), pero consiguió redefinir la música electrónica dotándola con algo adicional a la energía e innovación que ya poseía el género: humanidad.