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La realidad es que mientras creemos en el poder de la música para generar cambios, debajo de los escenarios en conciertos, espectáculos, festivales e incluso espacios de aprendizaje, las políticas de tolerancia cero para el acoso y la agresión sexual no son parte del interés y seguridad colectiva.
Confirmamos que para muchos es un tema secundario cuando la mayoría de las reseñas sobre el filme Woodstock 99 (Garret Price, 2021) se centran en el consumismo, el nu metal y los actos de vandalismo que acompañaron el cierre del festival, la omisión del tema más doloroso del documental obliga a considerar que comparten la opinión del promotor John Scher: “No deberían haber sido tocadas, y lo condeno. Pero ya sabes, creo que las mujeres que corrían desnudas, son al menos parcialmente culpables de eso”.
La visión de la cultura de la violación y la revictimización de Woodstock 99 contrasta con la de Brian Walker y Brianna Spause en Safe x Sound, el documental de una gira que se transformó en el registro de los bares y clubes que enfatizaban la idea de espacios seguros para disfrutar de conciertos y espectáculos. Más importante aún, las personas que conocieron en el camino en 18 ciudades diferentes, desde Ohio hasta Florida, no dudan en comprometerse en eliminar las amenazas de agresión sexual en los espectáculos.
Los múltiples casos de acoso y violaciones reportados a través de la organización Fans Everywhere después de Woodstock generaron un movimiento que no debe pasar desapercibido. La exigencia de espacios seguros para las mujeres está presente desde hace años, no todos le han dado la debida importancia, pero algunos festivales lo han considerado y han buscado apoyo de organizaciones civiles.
En el impacto posterior surgió Girls Against, una organización sin fines de lucro que desde el 2015 se opone a la agresión sexual y la misoginia en la escena de la música en vivo. Su gran mérito es desarrollar recursos educativos valiosos para lograr espacios incluyentes, donde exista un protocolo de seguridad y una campaña de cero tolerancia.
En un bar/club/festival con conciencia social no es suficiente lograr carteles diversos, que propongan más allá de la cuota de género y cierren espacios a los artistas con antecedentes de acoso, de nada sirve lograr mayor presencia de las mujeres y disidencias en los escenarios si su público no se siente seguro durante el evento.
Justo al iniciar el verano en los espacios feministas relacionados con la música surgieron campañas de concientización sobre acoso, tocamientos y cómo brindar seguridad a las asistentes. Al mismo tiempo aparecieron dos iniciativas para luchar contra el acoso sexual en la industria de la música y eventos en el Reino Unido, donde siete de cada 10 mujeres ha reportado un incidente, pero que debido a la falta de protocolos, el 96% de los casos no ha llegado a las autoridades.
Tanto Safe Spaces Now como Change The Lineup buscan que el regreso a los eventos en vivo no solo se centre en filtros por la pandemia de COVID, las mujeres y las personas marginadas de todo el mundo piensan en mantenerse a salvo del virus y poder disfrutar de su derecho a la música, las artes y la cultura sin temores constantes de violencia y acoso.
Ligada a la necesidad de ingresar al espacio público sin miedo al acoso, es necesario aprovechar esta oportunidad única para reconsiderar la forma en que construimos y lo que ocurre en nuestros espacios de desarrollo. ONU Mujeres reporta que la mitad de las músicas han enfrentado acoso sexual en sus áreas de trabajo y estudio, sin embargo las reglas no escritas de esos espacios impiden que las personas se sientan capaces de denunciar los delitos. Los casos de silenciamiento aún son mayores en la academia y en clases particulares.
La reflexión, como muchas de las violencias que nos atraviesan, es colectiva y muchas músicas lo han discutido abiertamente. “Justo lo que nos gustaría es crear una red con la cual podamos colaborar para que, cuando pasen estas cosas, podamos canalizar a las morras, porque bueno, al final ninguna de nosotras está especializada realmente en temas tanto legales como de contención emocional y demás, pero si nos interesa pues poder apoyar”, comenta André Cravioto de Jam de Morras.
Buscando el espacio que sugiere Cravioto para México, llegué a la colectiva Resonantes, un proyecto colombiano que surge en el 2021 con el objetivo de informar, denunciar y brindar a largo plazo un espacio de contención.
“Inicialmente fue sobre cómo abordar el tema, imaginar cómo podemos apoyar a estas mujeres que han sufrido esas violencias y también compartir los espacios donde hemos sido violentadas. Al final nos decantamos ocho mujeres a armar una colectiva, armar los temas, hacerlos públicos y a hablar de la situación”, explica en entrevista Melissa Vargas, quien lanzó la convocatoria después del Festival Mujeres en la Música Nueva.
El interés surge precisamente porque empiezan a circular una serie de denuncias en redes sociales y periódicos, que desde hace rato lo sabíamos, pero con el movimiento #MeToo se visibiliza más y provoca que las instituciones busquen qué hacer, empiezan a pensar en protocolos, pero otras realmente no hacen nada y ocultan por temor a afectar el estatus de estas orquestas. Es peor el silencio y la omisión”, comenta Alejandra Quintana, autora de Mujeres En La Música En Colombia.
Resonantes responde a la reflexión y preocupación colectiva, localizaron una gran cantidad de historias comunes y decidieron enfocarse en proporcionar información sobre qué tipo de violencias tienen lugar y la manera en que pueden defenderse de las mujeres. La primera etapa de trabajo es completamente formativa “porque todavía hay normalización de las violencias, todavía hay desconocimiento de las situaciones donde son vulneradas las estudiantes”.
Checa la campaña que lanzaron en redes sociales, con la etiqueta #MusicasSinSilencio inician la labor de crear conciencia, romper silencios y en un futuro establecer protocolos para lograr espacios libres de violencia de género.