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John Medeski, músico residente en NY, está por presentarse en el segundo ciclo Transfrontera de la UNAM tocando piano solo y gracias a todas fuerzas místicas del universo, pudimos cruzar nuestros caminos y conversar acerca de su experiencia musical en este plano existencial.
La música es algo que podemos escuchar, pero no palpar y las sensaciones que transmite son distintas para cada individuo: “Al principio, cuando tocaba música clásica era muy mágico, tocar algo que había memorizado y aprendido bien me hacía sentir que trascendía la música”.
Luego, bajo sus propias palabras, empezó a improvisar y crear así música que provenía solo de él, experimentando una poderosa catarsis musical y se convirtió una obsesión hacer música en el momento para el momento.
Tocar música con esa energía espontánea me conecta con la tranquilidad, con el presente y con el no presente, me conecta con esa parte de mi que no tiene que ver con palabras ni pensamientos”.
Así siente Medeski la música en el plano individual, pero él ha colaborado con gran cantidad de artistas, eso hace que la música se vuelva algo colectivo y por lo tanto necesita cierta voluntad de conexión con los otros músicos.
“Nunca hubiera trabajado con tantos artistas si crear la conexión hubiese sido difícil, ¿sabes? Lo difícil es la parte del negocio, tener una banda como The Word, con tres diferentes entidades y tres managers distintos, eso es lo difícil. Coordinar cosas con músicos tan ocupados es lo más complicado”.
Con tantos años de carrera, Medeski ha tocado en diferentes tipos de escenarios en distintas partes del mundo, eso lo ha inspirado en su vida y sobretodo en su música: “Perú es un lugar que me ha inspirado mucho, trabajé con Susana Baca, una hermosa cantante afroperuana, le aprendí mucho”.
La espiritualidad de Perú también tocó su alma y la llenó de inspiración: “La conexión que tiene la gente con la tierra y la música y la manera en la que se conjuntan con lo ritual me ha inspirado en muchos niveles. Tan solo escuchar sonidos de las montañas, la selva y la naturaleza, es grandioso”.
La música de EE. UU. también es una gran fuente de inspiración para él: “La música indígena es la que más me ha influenciado, cuando la música es creada por su propio bien, para celebrar algo como el tiempo de cosecha o cuando tocas para la naturaleza o tocas para dios, eso es lo más importante para mí. Ese tipo de conexión con la música me inspira y veo eso en México”.
Medeski quiere mucho a México porque su gente es muy abierta de corazón y… “aman la comida, culturas que aman la comida también aman la música. También sus tradiciones, la conexión que tienen con lo indígena y que todavía tienen presentes muchas prácticas antiguas”.
Hablando de comida, Medeski comparte un muy buen recuerdo: “Durante las primeras giras de Medeski Martin & Wood, nos cocinábamos nosotros mismos. Instalamos un molino en nuestro camper y molíamos elote para hacer pan o tortilla. Improvisamos un sistema de cuerdas de bungee para cocinar mientras conducíamos al siguiente concierto, (risas) la comida es muy importante para mí”.
El público es una parte muy presente en cualquier persona viviendo una experiencia musical en este mundo y Medeski ha tocado para grandes cúmulos de seres humanos.
Nos la hemos pasado bien tocando para audiencias grandes, le abrimos a Dave Mathews, a Greatful Dead, tocamos con Beck un vez en el Festival Bumbershoot, había entre 17 mil a 20 mil personas ahí y es divertido, pero es más difícil crear el común denominador para unificar a toda la audiencia”.
Medeski no titubea al decir que menos gente mejor: “Cuando improvisas, la retroalimentación del público mientras tocas te hace sentir la sensación de cómo lo que haces afecta el ambiente. Un público de 500 personas o uno de 2 mil es lo ideal para mi, hemos tenido experiencias muy gratas con esa cantidad de gente”.
Una cosa es la cantidad de gente y otra cosa es el tipo de gente, eso también afecta mucho al músico al momento de treparse al escenario. “Los primeros conciertos de Medeski Martin & Wood fueron en clubs de jazz y no nos gustó. Es extraño, el jazz se supone que es un lenguaje de libertad y ellos solo querían escuchar los estándares de jazz que han escuchado toda su vida”.
Luego tocaron en clubs de punk y ahí fue diferente: “Fue muy revitalizante, la respuesta fue increíble, pero a veces la gente nos gritaba ‘¡Ya hagan algo!’, querían un ritmo con qué moverse y es frustrante porque para nosotros la experimentación es parte de la experiencia, después descubrimos que eso sí le gustaba al público del jazz. Nuestra música siempre ha estado en medio de todo (risas)”.
¿Quieres saber cómo es un público horrible para Medeski? Pues él te lo cuenta: “Una vez tocamos con A Tribe Called Quest y había un tipo en primera fila con la cabeza sobre el escenario, de repente dejamos de tocar, el tipo se levantó emocionado, luego volvimos a tocar, puso cara de horror y volvió a tirar su cabeza sobre el escenario, de verdad quería que nos bajaramos. Fue muy divertido (risas)”.
Saber escuchar con atención es algo muy importante para ser un buen público y en esta última parte de la entrevista y de esta lectura Medeski nos cuenta su experiencia siendo parte del público. “La primera vez que vi a Oscar Peterson fue algo increíble, cuando vi a Ray Charles me provocó muchas lágrimas, con una canción que había escuchado un millón de veces 'Just For A Thrill', fue increíble. Cuando vi a King Sunny Adé en Boston, eso me cambió la vida, ¿sabes?”.
“Cuando me mudé por primera vez a NY, en el 89 o 90, caminaba por East Village, fue una situación muy random, entro a un lugar y había una increíble compañía de danza y Zeena Parkins que estaba tocando con ellos. Tocó sola con su arpa eléctrica y eso me voló el cerebro”.
Curiosamente, Zeena Parkins también fue parte de este segundo ciclo Trasfrontera de la UNAM, ella hace música experimental y ha trabajado con el grandísimo John Zorn. Así que ver a los artistas de Trasfrontera no debería ser considerado una pérdida de tiempo, tal vez sea hora, aunque sea, de darte un quemón.