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Go Wow / 2021
Lejos, muy lejos, ha quedado septiembre del 2008, momento en el que una nueva banda de origen escocés (el frío y gélido ambiente escocés) apareció en la escena con un álbum debut lleno de dramatismo, depresión, tristeza y un cantante, James Allan, que se mostraba tal cual se sentía: destruido.
Bajo el título de Glasvegas, aquella colección de 10 canciones fue suficiente para que Glasvegas —la agrupación— fuera nominada al prestigioso Mercury Prize, gracias a canciones como “Geraldine”, “It’s My Own Cheating Heart That Makes Me Cry” o “Daddy’s Gone” que dejaron entrever los demonios al interior de su autor.
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Más de 10 años han transcurrido (13 para ser más precisos) y, en el camino, el mismo vocalista nos entregó un par de obras más, Euphoric Heartbreak (Columbia Records, 2011) y Later… When the TV Turns to Static (Relativity Records, 2013), aunque muy alejado del furor causado por su debut y, muy probablemente, el cansancio al interior del grupo.
Hoy, a casi ocho años de su más reciente producción, Glasvegas regresa con Godspeed, el cuarto título de su discografía, y un puñado de canciones muy representativas de su creador, James Allan, quien cuenta ya con 41 años de edad, pero que sigue con los mismos demonios, sí, pero más adultos, por decirlo de algún modo.
Mientras los años se nos van encimando, todo cambia: la vida, las emociones, los miedos, las pesadillas, nuestra visión de la muerte. Todo. Y eso es, precisamente, de lo que viene a cantarnos Glasvegas, donde la noche juega un papel importante a la hora de adentrarnos al discurso lírico y sonoro de esta nueva entrega.
En total, son 11 temas los que componen Godspeed, siendo dos de ellos meramente instrumentales, los cuales sirven para, quizás, tomar un breve respiro en medio de unas letras que vuelven con el dramatismo característico de quien las escribió.
Desde que nos presentó el primer corte, “Keep Me a Space”, se sintió el mismo ambiente frío y descorazonado de su álbum debut. Y sí, 13 años después, Glasvegas ha firmado un disco potente, tanto en lo musical como en su prosa, y cargado de emociones, retorcidas muchas de ellas, que continúan en la cabeza de James Allan.
Los primeros sonidos de “Dive”, segundo track de Godspeed, nos recuerdan a los inicios de “Geraldine”, pero no, no es esa guitarra melancólica la que irrumpe, sino unos sintetizadores que, súbitamente, nos llevan de paseo por una de las tantas noches turbias por las que anduvo caminando Allan a lo largo de siete años, tiempo que tardó en completar este nuevo material.
Todos, cada uno de los nuevos temas de Glasvegas comparten un mismo camino nocturno, pero con un paisaje distinto. Son 11 cortes donde la noche, más que un momento del día, se convierte en una compañera leal, con todo y su belleza retorcida.