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Encargarse de la dinámica de la pista de baile no es poca cosa, está bajo tu responsabilidad ofrecer herramientas para el desfogue, brindarle al respetable una razón para bailar y otra más para no parar; pero cuando no se trata de reventar la pista sino de protagonizar un warm up, la tarea es más compleja, hay que camuflarse en el ambiente, ser atmósfera, preparar el terreno para después, sin dejar de pensar en el presente. Ambas tareas son un reto.
Para lograr cualquiera de los dos cometidos, se necesita una retroalimentación que va más allá de lo evidente. Un DJ es un antropólogo, no basta con conocer la historia de la música, sino hay que entender las razones por las que tu público está frente a ti.
Un antropólogo identifica las creencias y las prácticas culturales, observa a los grupos humanos y si es necesario interviene, esto también aplica a la naturaleza de la pista de baile, no cualquiera lee con precisión lo que está sucediendo, ni mide la temperatura y juega con los elementos que tiene a la mano para crear algo nuevo.
Hay muchos factores que tomar en cuenta, la geografía, el día de la semana, la hora, la personalidad del evento, las necesidades en ese momento, no importa si el DJ es versátil o especializado, hay que entablar una conversación a través de la música, llevar la energía adonde se necesita, tomar el timón de lo intangible pero que todos sentimos.
Crear el arte de mezclar las canciones correctas y de generar con ellas un momento irrepetible, es como cita David Byrne en su libro, “la metáfora poética de lo que no puede ser conservado”, el DJ por lo tanto es un generador de recuerdos, un elemento imprescindible de la fiesta, un alquimista, un arquitecto.
En los últimos años se ha vivido una especie de paradoja digna de lo que está en boga; por un lado hay DJs que gozan de popularidad mundial, idolatrados y que se dan una vida del estereotipo del rockstar, y por el otro, existe el desprecio a quien intenta ponerse a prueba en el oficio, “ya todos se sienten DJs”, “ya hay más DJs que doctores”, frases que infravaloran la actividad de quienes no son parte del mainstream. Mezclar rolas es un oficio necesario y es más complejo de lo que parece, es ser antropólogo, arquitecto, melómano y alquimista.
Solo trato de dimensionar lo importante del oficio, y de aplaudir a las, los y les DJs que han entregado su vida a la música, que no importa si mezclan cumbias, synth pop, tech house, reguetón, disco o lo que sea. Abrazamos a los sound systems; al hip hop, a las block parties, a los sonideros, a los clubes, a los festivales, a los raves, al Centro de Salud, a los colectivos, al Patrick Miller, a la radio, y todos los lugares que no mencionamos pero albergan un DJ o que han contribuido a moldear la figura actual.
Gracias a Ray Newby por reproducir discos en la radio, a Ron Diggins por construir la primera mesa de mezclas, a Bob Casey por el sistema de dos tocadiscos, a Francis Grasso por la técnica del beat matching, a las mujeres y la comunidad LGBTTTIQ+ que en colectivo, han logrado hacerse visibles en esta dinámica.
Ya sea en sus repros, en sus controladores o en las tornas, larga vida a la figura del DJ.