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No es sencillo ser un héroe para millones de personas mientras tú te consumes por dentro. Un músico puede representar la perfección mientras se encuentra sobre una tarima pero debajo es igual de ordinario que cualquier individuo. No existe nadie que represente mejor la dualidad entre la felicidad y la tristeza que Kurt Cobain. Para algunos fue un ángel pero otros lo consideran un villano. Aunque sin importar la opinión sobre su persona, nadie puede negar su aportación para la cultura popular. Fue un emblema para una generación enojada con todo su entorno.
El hombre de los ojos azules como Frank Sinatra nació el 20 de febrero de 1967 en la minúscula ciudad de Aberdeen. Todo parecía normal hasta que llegó el divorcio de sus padres cuando apenas tenía nueve años. La fragmentación de su hogar lo marcaría para siempre y fue el inicio de un dolor que nunca logró desaparecer por completo.
¿En qué momento el ingenuo rubio se convirtió en un ídolo de multitudes? Todo fue paulatino como ocurre la mayoría de las ocasiones. Para conseguirlo fue necesario encontrar un compinche, alguien que lo entendiera y con quien pudiera hacer mancuerna. Todo Batman necesita de un Robin y en este caso la dupla se completó con Krist Novoselic, un joven sonriente de espigado cuerpo. Sin saberlo se convirtieron en los nuevos John Lennon - Paul McCartney.
El sueño de conquistar al mundo parecía algo demasiado lejano e imposible. Aunque algo que unió a los dos adolescentes fue su amor por el punk y el rock clásico. De pronto, su vida fue tan sencilla como ir a la escuela por las mañanas y pasar las tardes frente a un estéreo para escuchar a Ramones y Led Zeppelin.
Ahora bien, una de las motivaciones para que Kurt Cobain decidiera tomarse más en serio la música fue el momento que le tocó vivir. Durante los ochenta todo Washington era un hervidero de bandas de rock que no encajaban con la vida perfecta que mostraba la televisión. No había playas soleadas como en California ni un movimiento intelectual como en Nueva York. Lo que prevalecía eran empleos mal pagados y mucha miseria.
Por lo anterior, integrantes de bandas locales de la época han sido claros al afirmar que la música fue su única escapatoria para evitar fracasar. Como lo afirma el periodista Mark Yarm en su libro Everybody Loves Our Town: A History of Grunge (Crown Archetype, 2011), de no ser por ella decenas hubieran continuado con trabajos de lavaplatos de por vida. Así lo consideran miembros de The Melvins, Soundgarden y Pearl Jam quienes encontraron en el rock una alternativa.
Pero no hay que desviarse del camino, cuando Cobain creó a Nirvana logró un balance que ninguno de sus compañeros de generación consiguió. Aunque existía furia también se preocupó por hacer canciones con melodía. Como un fiel admirador de los Pixies tomó su fórmula rápido-lento-rápido y la replicó. Hizo que el rock fuera digerible y eso le permitió llegar a millones de personas alrededor del mundo.
La explosión llegó con la publicación de Nevermind en 1991. Una portada que muestra a un bebé que nada hacia un billete se convirtió tan emblemática como todas las creadas por Storm Thorgerson para Pink Floyd. Mientras que “Smells Like Teen Spirit” fue el nuevo himno de la Generación X. Una canción que habla sobre nada pero lo representa todo igual que cualquier capítulo de Seinfeld.
Con Nirvana el rock regresó a la furia de The Who con la destrucción de instrumentos al final de cada concierto. Además representó la antítesis de grupos corporativos que dominaban el panorama como Guns N' Roses. Aunque al final Kurt se convertiría en todo lo que odiaba. Su nombre ahora es una poderosa marca que genera millones de dólares cada año.
A la fecha todavía se discute si la muerte de Kurt Cobain fue suicidio u homicidio pero lo cierto es que dejó un hueco que nadie ha logrado llenar. Aunque sin importar el año, siempre aparecen nuevos jóvenes que descubren sus canciones y eso los motiva a crear sus propias bandas de rock. Al igual que los otros integrantes del Club de los 27, su nombre e imagen ya forman parte de la cultura popular.