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9 de mayo de 1985: Las y los asistentes decoran los alrededores con banderines e insignias que exaltan la labor de la milicia. Otros se encuentran con quienes visten de negro y portan algún artículo fichado por las autoridades fronterizas. Los motivos de las y los transeúntes no son los mismos: Algunos visitaron la Plaza Mayakovsky por los fuegos artificiales del Día de la Victoria, unos más por la celebración del 23º aniversario de Dave Gahan y la entonación colectiva de “Master and Servant”.
Años después de la disolución de la Unión Soviética, vestigios como Our Hobby Is Depeche Mode (2008), Poor But Sexy: Culture Clashes in Europe East and West (2014) y la afluencia de un club fundado por Andris Urbanovic (DM Bar) expusieron la clandestinidad (y desobediencia) de jóvenes que -ya en una edad adulta- anhelan compartir un escenario junto a Martin Gore: Molchat Doma se encuentra en las primeras filas. “Si hablamos de ser legendarios, Depeche Mode sería nuestra primera opción para un tour memorable”, expresan Egor Shutko (voz), Roman Komogortsev (guitarra y sintetizadores) y Pavel Kozlov (bajo) para Indie Rocks!
Las charlas entre Molchat Doma y la prensa tienen una constante: Se toman distintos atajos para conocer su postura respecto al “renacimiento del post punk” y al contenido apolítico de sus canciones, incluso cuando deciden presentarse en un idioma -históricamente- excluido de las cláusulas (hegemónicas) de la industria musical. “No tenemos mucho qué decir al respecto. Lo tratamos con normalidad. Equivale a lo que hacen nuestros compatriotas que gravitan hacia alguna cultura extranjera; eso pasa con el k-pop”, expresan.
Las interrogantes son ambiguas, replicadas hasta el cansancio y -predominantemente- difuminan las particularidades del hacer musical de quienes crecieron en países (ex) soviéticos. Propuestas como Notchnoi Prospekt, Robotik Dreams, The Close Enterprise, ВОВа CИНИЙ ИБраТьЯПО y РаЗУМУ demostraron que la normativa de “lo ideológicamente aceptable” no solo radicó en el contrabando de los cassettes de Depeche Mode y Duran Duran.
La música de Molchat Doma, УТPO, IC3 PEAK, Ploho, Artek Elektronika y Glintshake rescata las condiciones de la industria durante el periodo de la Guerra Fría: Compra (ilegal) de guitarras de baja calidad, proyectos ‘inter-city’, la tutela de los culture clubs y censura por parte del Ministerio de Cultura.
Si bien Ergo, Roman y Pavel sostienen que “no deberían ser cuestionados sobre el legado musical post soviético”, sería un error negar que dichas propuestas impregnan rasgos de lo que Lyudmila Shevchenko nombra “mito de la nostalgia”. Se encuentra en la portada de Этаж y en su constante fascinación por un trabajo arquitectónico que podría formar parte de los proyectos de Mateusz Kaminski.
Frente a una descripción que pretende catalogarlos bajo la etiqueta de “sovietwave”, la tripla insiste que “en el territorio de la U.R.S.S no se creó ningún tipo de música propia”. Quizá el rechazo parta de la absurda obligación de describir “su sonido”. No obstante, temas como “Я Не Коммунист” recuperan una de las razones para pensar la música de Molchat Doma fuera de la narrativa homogénea del (sub)género: La estetización de un pasado que no se convirtió en un futuro. Basta leer las réplicas a la viralización de “Судно”.
Con el posicionamiento de bandas como She Past Away, Fontaines D.C., Idles y Motorama, en los últimos cinco años, distintos medios han saturado -y malgastado- los contenidos de sus portales web con el ascenso y -presuntuoso- rescate del post punk: Algunos insisten (¡demasiado!) en lo que se hace en capitales referentes y otros reducen el término ‘revival’ a cualquier publicación de #AltTikTok y algoritmos de servicios streaming.
Anexo al uso (mediático) indiscriminado, desde sus inicios (2016) Molchat Doma ha negado reconocerse dentro del llamado “post punk renaissance”, pues desde su perspectiva: “En general, nada está pasando en la música. Nos encontramos en una espiral en la que se adaptan viejos estilos y se hace de una forma extraordinaria; siempre hay alguien que lo hace mejor. Sin duda, la escena actual es muy buena, pero es de nicho. Realmente nos gustaría algo novedoso en el shoegaze y post punk. Ahí tal vez podría hablarse de una segunda ola”.
A pocos días del lanzamiento de su tercer material discográfico (Monument), los integrantes de Molchat Doma conocen y defienden su premisa de trabajo. “Nunca haremos lo que no nos gusta; esa es la clave del éxito. Formar esta banda fue y es la decisión más importante de nuestras vidas. Estamos involucrados con lo que amamos”.
Para ellos, el ser reconocidos como una de las mejores bandas del lustro no ha tenido ningún peso en lo que pretenden transmitir a su público en 2020. “El primer álbum (С крыш наших домов, 2017) fue una versión demo, nadie entendía lo que estábamos haciendo. Se trataba de que todo fuera lo más sensorial posible. Para la segunda entrega (Этаж, 2018) ya teníamos un bagaje musical. Conocimos gente que estaba más empapada de los estilos que nos influenciaron. Aprendimos mucho de todos. Este último (Monument) es un trabajo independiente; sabíamos exactamente qué y cómo lo queríamos lograr. Es un trabajo maduro”, detallan.
A la fecha, Egor Shutko, Roman Komogortsev y Pavel Kozlov describen Molchat Doma como una fusión entre Dave Gahan, Peter Hook y Vince Clark. Sin titubeos: Niegan formar parte de un presuntuoso rescate del (sub)género. Proyectan como legendario no dejar de ser los jóvenes que -ya en una edad adulta- anhelan compartir un escenario junto a Martin Gore.