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“I came along
I wrote a song for you
And all the things you do
And it was called yellow”.
“Don’t Panic”, no hay mejor frase para intentar confortar durante la pandemia. Desde La Guía del Viajero Intergaláctico hasta uno de los prototipos de la nave que eventualmente llevó al espacio a un dinosaurio recubierto con lentejuelas. Vivimos en un mundo hermoso que ya no lo parece del todo, nuestros amigos están perdiendo sus fuentes de ingreso, semáforos de precaución, alerta sísmica, noticias que parecen, aún más, aniquilar la esperanza: elefantes muertos en Botswana, fuego en las calles de Hong Kong, los derechos de su gente coartados, aplicaciones donde la creatividad efímera es un arma de espionaje. Hashtag: Don’t Panic. El miedo es lo que menos necesitamos ahora y terrible resulta que persista en el panorama.
“Shiver” fue una de las pocas canciones del disco Parachutes que sonó en aquella primera presentación en México en el Palacio de los Deportes, aquel final del verano de 2003 llovía demasiado, el Brit Pop ambientaba y alimentaba la curiosidad, Alan White dejaría Oasis, Keane llegaría a los top charts, Travis guardaría un poco de silencio, y Coldplay para ese momento se regodeaba en su época dorada.
Tres años antes, y después de sobrevivir al Y2K, “Yellow” sonaba en todos lados y muchos la amaban, excepto aquellos que en Yahoo! Geocities jugaban con códigos para hacer sus websites personales con música de Marilyn Manson de fondo. El video de ese arcano personaje caminando en una playa gris servía de identificación tanto para aquel estudiante que lidiaba con los primeros semestres de la universidad, como para aquellos que bailaban “Lady” de Modjo en algún antro de Polanco, o aquellos que reían y fumaban en sus primeras borracheras al compás de “Because i got high” de Afroman. Canción casi mandatoria para toda banda de covers de aquel tiempo, sonando en la radio alternativa y en los 40 principales, el inevitable encanto del amor amarillo.
Pero más allá de los sencillos que enaltecieran a la banda que eventualmente se convertiría en un monstruo mediático, Parachutes en su conjunto es bella melancolía, y “Trouble” su himno de miseria personal y deseo de salvación, telarañas en un polvoriento piano, las cosas estúpidas que dijimos y los sentimientos que no expresamos correctamente, el grito interno que clama por un poco de comprensión, estima, o atención: “And I never meant to cause you trouble”. Más que la salvación quise ser la ayuda, más que una solución no quería ser el problema. Un clamor que para muchos persiste a pesar de las nuevas tendencias, cuando no había likes, emoticons o swipe lefts, tenías las canciones para dar mensajes en CDs quemados en tu propia computadora en casa.
“We Never Change”, años después el modo aleatorio de una playlist hecha por nosotros mismos en un servicio de streaming puede arrastrarnos de vuelta a un sentimiento y reconocerlo inmediatamente, retomarlo cual pequeña miseria interna musicalizando la ruta de regreso de un viaje de trabajo, la cabeza recargada en la ventana del avión es la misma, pero no los pensamientos, seguimos cayendo y aprendiendo, seguimos queriendo elevarnos a pesar de sabotearnos: “I want to fly and never come down”.
Aquellos primeros días de Coldplay ya no volverán, y la banda que ahora llena estadios y da brazaletes lumínicos para dar color a sus conciertos donde mariposas de papel revolotean ante las sonrisas y el júbilo, sentimos que ya no nos pertenece, como cuando eran más cercanos a Blur que a Bruno Mars, cuando Chris Martin era un desaliñado y emocional cantautor errante ensuciando sus botas en el atardecer en la bahía de Studland, antes que luciera unos los coloridos Nike Air Jordan Spizike en el show del medio tiempo del Super Bowl.
“Everything’s Not Lost”, aún tenemos la música para hacernos sentir bien, al alcance perfecto, para cuando tengamos la necesidad de retomarla y tratar de encontrarnos cuando estamos completamente perdidos entre las tormentas nocturnas, la incertidumbre y el insomnio. Que los ciclos de sueño arruinados sirvan para retomar las canciones que hace 20 años nos provocaban sanar, llorar o crear, y que ahora podemos compartir sin necesidad de ir a buscar un disco a la papelería.