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La década de los 90 fue un período muy importante para la comunidad afroamericana y su integración a la cultura popular del mundo occidental. Aún cuando los muchachos blancos de Seattle se obsesionaban con el futuro desesperanzador a través del grunge y los británicos respondían a la misma problemática con su britpop, la batalla entre la East Coast y la West Coast era la que se libraba en los puestos más altos del chart Billboard.
Pero no todo era Karl Kani y blunts hechos con billetes de cien dólares. Durante esos 10 años, el público de la gangsta life también fue testigo de la dualidad de sus ídolos… De los demonios y los ángeles que les rodeaban. Mientras las rimas de los nuevos rockstars rescataban historias relegadas sobre violencia, segregación racial, brutalidad policíaca y el ascenso de quienes estaban destinados a la muerte, sus vidas personales abundaban de escándalos y delitos de alto calibre.
En esa coyuntura del anti-héroe nació Me Against The World, una declaración de martirio, culpa e introspección alrededor del mito Tupac Shakur.
A lo largo de los últimos 25 años, el tercer álbum de estudio del rapero ha padecido el olvido del foco mediático ante la figura del legendario All Eyez On Me; sin embargo, el legado discursivo y sonoro de Me Against The World cimentó una escuela para todos los artistas posteriores del hip hop y el R&B.
Antes llamado Crucifixion, este disco se gestó bajo un contexto conflictivo. Estrenado el de marzo de 1995, llegó a oídos del mundo cuando su autor se encontraba preso luego de ser encontrado culpable por delitos relacionados con el abuso sexual y la violencia de género.
Si bien la mayoría de las maquetas fueron desarrolladas en 1993, la experiencia de 2Pac en los juicios que enfrentó y el tiroteo del que fue víctima influyeron el trabajo lírico de Me Against The World.
Dentro de la línea narrativa de su discografía, encontramos a un Shakur introspectivo y en posición de cuestionar su figura como afroamericano, figura pública y artista. No se martiriza ni acepta explícitamente los cargos que se le imputan; pero construye versos en los que alude a errores que afectaron gravemente a terceros.
Además, con varias balas en su antecedente clínico, expone una preocupación particular: ser el rapero más grande de su época no lo volvió inmune de los enemigos que acarrea desde su pasado en el Harlem.
Encabezado por Shock G y Tony Pizarro, el equipo de producción contaba con varias de las mentes más frescas de la escena: Soulshock, Mou ZMD, East Mo Be entre muchos otros. La conceptualización sonora partía de un objetivo ambicioso: instrumentar un disco que rompiera el canon del beat que se trabajaba en aquella época a través de samples y secciones melódicas inesperadas, más íntimas con el soul y el R&B que popularizó Motown dos décadas atrás.
Al reconocer sus falencias vocales, Tupac optó por reclutar a Debbie Hambrick, Jill Rose y Natasha Blake para que colaboraran a montar estructuras corales en la mayoría de las canciones, poniendo la vara muy alta no solo para sus competidores en la costa opuesta, también para los máximos exponentes como D'angelo -quien por cierto respondería con creces en su magistral Brown Sugar.
"Could somebody help me? I'm out here all by myself, see
Ladies in stores, Baby Capone's, livin' wealthy
Pictures of my birth on this Earth is what I'm dreamin'
Seein' Daddy's semen, full of crooked demons
Already crazy and screamin', I guess them nightmares as a child".
Canta Yaki Kadafi en el sencillo homónimo para enunciar la gran pregunta de una generación aparentemente exitosa: ¿Qué se hace cuando tenemos todo lo que alguna vez soñamos y aún así no es suficiente?
Un año después de entrar a prisión, la fiscalía rectificó el falló contra Shakur y le dejó salir con libertad condicional, hecho que jamás logró limpiar su nombre del todo porque constantemente era relacionado con crímenes de índole sexual o tráfico de drogas.
Sin la aprobación total de la audiencia, Me Against The World recorrió su propio camino. Alabado por la crítica y multi-nominado por diversas premiaciones, el tercer disco de Tupac Shakur cambió los paradigmas estéticos del hip hop para siempre.