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¿Que habría sucedido si Tim Burton hubiese aplazado siete años el estreno de Beetlejuice (1988)? Posiblemente, su co-guionista (Larry Wilson) habría seguido el instinto de convertir en cenizas a Lydia Deetz. Una lástima para aquellos que recuerdan “Jump In The Line” bajo el ritmo de Winona Ryder. Una fortuna para las y los que quisiéramos trasladar la escena a los destellos poperos y experimentales de Siouxsie and The Banshees en “Not Forgotten”:
Ahora la resurrección del fénix en llamas, con orgullo y vanidad.
A finales de abril del año 2000, Eric Weisbard (The New York Times) bautizó a la década de los 90 como “la era del todo y para todos”. La industria musical parecía abrir sus puertas a todo tipo de escuchas. Exaltaba el respeto hacia Pixies, era testigo de la atmósfera futurista de Björk, perseguía el éxito del álbum debut de Supergrass y dedicaba especiales a Nirvana y Sonic Youth en los programas de mayor audiencia de MTV.
Al ser parte de un contexto en el que la popularidad de The Cranberries convivía con los primeros hits de Alanis Morissette y las piezas vanguardistas de Glenn Branca, para los entonces integrantes de Siouxsie and The Banshees optar por la experimentación con un disco pop no parecía un riesgo, sino más bien una posibilidad de –como entonaría Siouxsie en los versos de “The Rapture”- renacer en un éxtasis sostenido en tinta de media noche y nubes mercuriales.
El proceso creativo llegó a ser frustrante. Sin embargo podríamos decir que es una reacción en contra de nuestro último disco (Superstition). En The Rapture (1995) faltan elementos centrales de nuestros trabajos anteriores, pero eso se debe (en gran parte) a la forma en la que fue grabado. De ser en otros momentos, habríamos recurrido a las computadoras, pero nos era primordial mantener nuestra costumbre de trasladar nuestra experiencia en vivo hacia el estudio. Comenzamos a producir por nuestra cuenta y contactamos a un ingeniero de nuestra confianza”, expresó Steven Severin en una entrevista con Alternative Press Magazine.
Después de 10 álbumes en los que la agrupación enalteció el legado artístico de Alfred Hitchcock y Lewis Carroll, perfiló las ambiciones estéticas de Pam Hogg y que se apropió de la poesía para expresar su rechazo al racismo, denunciar el abuso infantil y abogar por el cuidado de la salud mental, The Rapture representó un desenlace agridulce. “Un cúmulo de canciones que, si hubiesen estado en su época de principiantes o en manos de alguien más, pudieron ser oro”, escribiría Jef Rouner en 2013.
Disregard for bone and flesh. How can I be in such a mesh of unlikeliness?
A cutter in a forest of industry
Semanas después del lanzamiento de The Rapture, los tabloides londinenses sustituyeron las comparaciones de Sioux con Madonna, Sheena Easton y Louise Brooks por un eco orquestado hacia la dura (e irritante) crítica por parte de uno de los periodistas de SPIN (Joy Press). “Siouxsie se ha convertido en su peor pesadilla: Una burla sofisticada y un zumbido en forma de muñeca que quiere trinar canciones bobas de amor. En estos días, la banda ya no tiene identidad propia”.
Si bien temas como “O Baby”, “Falling Down” y “The Lonely One” evidenciaron un vacío lírico en el repertorio de “Hall Of Mirrors”, “Turn to Stone”, “Carousel" y “Voodoo Dolly”, las evaluaciones negativas por parte de las y los fans se apoyaron en tres factores: La participación de John Cale (The Velvet Underground) como productor, la (posible) preferencia creativa que pudo implicar The Creatures y el hecho de que durante poco más de 24 meses Siouxsie and the Banshees tocó en secreto.
Posterior a los halagos que recibieron por su presentación en el Lollapalooza de 1991, el álbum synth pop que lograron al lado de Stephen Hague (Pet Shop Boys, New Order) y el videoclip de “Face To Face”, Steven Severin, Martin McCarrik y Siouxsie Sioux establecieron un itinerario a largo plazo. Los cuatro años que separaron Superstition y The Rapture se caracterizaron por la toma de distancia de la rutina de celebridades y la adaptación al nuevo (y más acelerado) ritmo de la industria musical.
En aquellos días, cachamos a las compañías discográficas dormidas; realmente no sabían lo que estaba sucediendo. Todas estas bandas surgieron de la nada y no sabían qué hacer con ellas; eran muy distintas a lo que estaban acostumbradas a trabajar”.
A su vez, durante ese periodo, Sioux se mudó a París con Peter Edward Clarke (a.k.a Budgie) y ambos apoyaron a Hector Zazou con la producción de su cuarto material discográfico: Glyph (1995). Dentro del equipo de colaboradores de Zazou se encontraba Cale, quien -además de tener una participación previa con the Banshees en 1987- fue la pieza final (distintiva y para algunos, perjudicial) de The Rapture.
A escasas semanas de cumplirse 24 años de la disolución de Siouxsie and the Banshees, adultos que crecieron bajo el resguardo de “Happy House” se integran a las discusiones de jóvenes -ahora ya en sus late 20s- que vieron más de siete veces The Craft (1996). Y entonces cabe plantear las interrogantes: ¿The Rapture o The Rupture?, ¿Un buen preámbulo para las tendencias musicales en el siglo XXI o una clausura poco convincente para recordar a una banda que (nos) cautivó con las promesas del Bromley Contingent?
King of moon gloomy afternoon
Losing track of word and meter
Still shaking in this tear room like a sick child.
Sin duda, las preguntas retóricas entre el Doctor Jekyll y el Señor Hyde (“The Double Life”), así como el retrato sonoro de una disolución en soliloquios (“Forever”) escapan a ser simples refritos de MTV o lloriqueos bobalicones. En palabras de la propia Siouxsie Sioux, The Rapture nunca estuvo alejado de los anhelos por ser un catálogo de canciones pop que narraran el ir y venir de la inocencia y felicidad.
But you've learnt that as you grow weaker
There's less hurt because there's much less to hurt.