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A tres años del deceso de la extraordinaria cantante norteamericana de soul y funk, la recordamos hoy en su fecha de partida. Sharon Jones, nacida un 4 de mayo de 1956 en Carolina del Sur, inicia su carrera artística desde el absoluto misticismo, desde el rascacielos del alma dentro de una iglesia como corista; a su corta edad, la condición de su espíritu estaba hilvanada con hilos de luz, con sonoridades evangélicas del góspel, música religiosa caracterizada precisamente por la impronta, por el sello y la fuerza eléctrica del coro.
No fue sino hasta el 2002 que debuta con el álbum Dap Dippin' with Sharon Jones and The Dap-Kings bajo Daptone Records, sello discográfico independiente con el que grabó y lanzó un total de siete discos del 2002 al 2014 y que se ha caracterizado por firmar a artistas de edad madura, músicos que abren su vena pasionaria, mostrando el coraje de la carne abierta y no la estética de la piel; otro ejemplo de ello sería la del legendario Charles Bradley, también conocido como “The Screaming Eagle of Soul”.
El legado que nos deja Sharon Jones es de posibilidades, de memorias que danzan al ritmo del R&B, de permanentes derrames explosivos cuando se plantaba con el escenario. Difícilmente veremos a otra artista que haga del soul su patria, su libertad ante las capas sociales; la imagen sonora de su cuerpo era la revelación de sus historias, eran los sentidos agrupados y disparados con pólvora del amanecer.
Un 18 noviembre del 2016 se apaga la voz a sus 60 años tras una lucha intensa contra el cáncer de páncreas; sin embargo, la herencia musical permanecerá siendo cómplice de las manos del corazón.