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Bertelsmann Music Group / 2019
17/May/2019
La muerte es algo que tarde o temprano va a pasar. Podrás sentirlo, no lo sé, quizá cuando llegue el momento lo descubriremos. Cuando fallece uno de tus ídolos musicales es una pérdida que aunque muchos digan lo contrario sí se siente, sí existe un vacío nos hace lamentar el no haber podido ir a ese último concierto o en todo caso que ni adiós dijera.
Bowie vio llegar su hora y nos regaló un disco entrañable, repleto de cosas que quería decirnos en In the End es todo lo contrario, sí dijo adiós, pero también dejó ver todo lo que le aquejaba en vida.
Poderoso, nostálgico, oscuro y entrañable. Con esas cuatro palabras podría definir el álbum In the End de The Cranberries. Quizá, como con cualquier disco póstumo, es imposible que los recuerdos o la melancolía por la pérdida no se hagan presentes al escucharlo. Sobre todo, con una de las voces femeninas más emblemáticas de una época, Dolores O’Riordan.
Una cantante que padeció abusos de pequeña, que derivó en algunos problemas de anorexia y que más tarde se dio a conocer que era bipolar. Dolores encontró desde muy joven que la música era la mejor manera de expresar su sentir y en este disco es brutalmente cierto.
Ocho álbumes, tres décadas y más de 40 millones de discos vendidos en todo el mundo que terminaron con la partida de su vocalista, un ciclo que termina con un álbum repleto de canciones que podrían convertirse en la mejor despedida realizada a una de las agrupaciones irlandesas más reconocidas de todos los tiempos.
La voz, canción tras canción es impecable, muestra que O’Riordan estaba en un buen momento cuando las grabó y la música es entrañable. Pero las letras transmiten demasiadas emociones, adentrarte en las letras es someterte a un martirio de interrogantes.
Comienza con “All Over Now” (Todo ha terminado) y culmina con “Wake Me When It’s Over” (Despiértame cuando todo esto termine). ¿Coincidencia?
Los primeros acordes de “All Over Now” son poderosos, este disco debes escucharlo de principio a fin, quizá el aleatorio funcione, pero la primera impresión de este track, te dice mucho de lo que escucharás a lo largo de los 10 temas siguientes. La letra es algo premonitoria... ahora todo ha terminado.
En “Lost” la atmósfera se nubla un poco, se hace más y más oscura en cada estrofa. Cuando llega “Wake Me When It’s Over” a pesar de lo dura que es la letra, te recordará lo capaces que son The Cranberries para hacer un hit, para reventar tus bocinas y hacer que tu cabeza se sacuda de arriba a abajo.
Si hasta este punto del disco no has derramado una sola lágrima, eres demasiado fuerte. O’Riordan escribe en “A Place I Now” sobre un lugar especial y en “Catch Me If You Can” (Atrápame si puedes) que no siempre se puede sobrevivir de la oscuridad.
“Got It”, “Ilusion”, “Crazy Heart” y “Summer Song” nos hacen adentrarnos un poco más en la cabeza de Dolores. Su muerte, fue un misterio por un tiempo, después la autopsia dejaría claro que el exceso de alcohol había derivado en un accidente en la bañera. Pero después de escuchar el disco y poner atención en cada una de sus letras, quizá ella sabía que el final estaba cerca.
De pronto sientes que la canción va por buen camino, la guitarra acústica y la batería te envuelven en “Summer Song” y efectivamente es una canción menos dura; y cuando ves los créditos te das cuenta de la razón. No la escribió sola, fue de la mano de Dan Brodbeck, un productor canadiense que de hecho estuvo inmerso en el disco solista de Dolores en 2007.
“The Pressure” describe una presión que parece disiparse por momentos, pero persiste, es una canción bastante tranquila, potente líricamente y musicalmente te permite respirar, hasta que llega el final.
“In the End” la canción que le da título al octavo y último disco de The Cranberries a grandes rasgos describe que cuando crees que quieres algo y lo tienes, te das cuenta que no es realmente lo que querías. Que lo material pueden tomarlo, pero el espíritu no.
Es un disco redondo, cuenta con al menos tres o cuatro hits que bien pudieron ser un segundo aire para The Cranberries, por desgracia eso no sucederá. En sus ocho producciones lo dejaron muy claro, eran una banda que iba más allá de “Zombie” o “Linger” como muchos pensaban. Cada canción, cada estrofa era una parte de ellos de lo que sentían y vivían; In the End no es la excepción.
Los temas que compuso Dolores son una despedida inconsciente o tal vez consciente. El arte es tan bello que nos lo dejará a nuestra interpretación, pero con discos así, es imposible no pensarlos O’Riordan nos dijo adiós de la mejor forma que podía.
8
Vertigo/Capitol / 2019
16/May/2019
“¿Quieres deshacerte de algo? Entonces tienes que incinerarlo ¿No quieres volverlo a ver jamás? Déjalo nadar en gasolina”, Benzin.
Decía el jugador inglés Gary Lineker que el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre gana Alemania. Y aunque en el mundial de Rusia, Alemania no pasó la fase de grupos, el equipo teutón es considerado un candidato al título en cualquier competencia de fútbol en la que participe. La idea del país sobre el deporte se extrapola a otros ámbitos, además de que en hechos es un importante actor político y económico en Europa, se piensa que se trata de una nación fría, inteligente, calculadora, fuerte, estable. Una máquina. Un país que se levantó tras la humillación de la segunda guerra mundial y la vergüenza del genocidio judío.
Durante la secundaria nos golpeábamos en el “cóporo”. Puño limpio directo a la cara, sangre en la nariz, manchas rojas sobre las camisas blancas, el uniforme desgarrado. Camino hacia abajo de la escuela había una desviación hacia la derecha, teníamos que cruzar un campo desértico, bajando una colina estaba un arroyo rodeado de árboles al que llegábamos en grupos rivales para ajustar cuentas. Siempre había quien llevaba un estéreo y ponía música de Rammstein mientras civilizadamente nos rompíamos el rostro. “Du, du hast, du hast mich” era el llamado a la golpiza que a veces era campal y otras tantas individual, en aquel entonces nos parecía que la canción hablaba de algo “violento”, lo cierto es que abunda en la respuesta que se da cuando se pide matrimonio, hubiera sido más adecuado escuchar “Bestrafe Mich” (castígame) porque siempre nos ponían una paliza que nuestros padres luego remataban.
Después de no haber publicado nueva música durante una década –salvo un sencillo– la banda alemana estrella Rammstein vuelve con su séptimo álbum en 25 años de carrera, el homónimo disco con las características 11 pistas es, como se podría imaginar, una aplanadora de sonido industrial. Una puesta en escena auditiva, máquina electrónica dramática de techno y heavy metal que expulsa sentimientos y deseos ocultos. Un espectáculo a través de guitarras, teclados sobresalientes y una potente batería conducidos por uno de los frontman más espectaculares de los últimos 10, 15, 20 años, Till Lindemann.
Una parte de la historia de Alemania es narrada en el video de “Deutschland”, el corte hiperpotente que da pauta al regreso de los alemanes, desde la batalla del bosque de Teutoburgo en el siglo 16 A.C.; la Alemania de Weimar; el desastre de Hidenburgo en 1937; el flautista de Hamelín; la hiperinflación de 1920; el tercer Reich; la Alemania del Este con figuras de Marx, Lenin y Erich Honecker; Sigmund Jähn, el primer alemán en el espacio; hasta el holocausto y el período nazi (lo más controvertido del video de nueve minutos) y una serie de símbolos propios de esa nación como la emblemática águila. “Deutschland” es pirotecnia musical: sintetizadores industriales y melancólicos (“Flake” Lorenz), los coros en eco viajando tras la voz de Lindemann como una conciencia atormentada por las culpas del pasado, y una temible batería (Christoph Schneider) que va aplastando al propio tema a su paso.
Diferente a lo que creíamos cuando levantábamos nuestras mochilas llenas de polvo después de habernos reventado el cuerpo, las letras de la banda no son algo parecido a un llamado para hacer sacrificios o comenzar peleas, sus historias, algunas tomadas de hechos reales y otras de la literatura alemana, abundan en el amor, el desamor, el sadomasoquismo, el canibalismo, la homosexualidad, la necrofilia, la pedofilia, el incesto y la geopolítica, en Rammstein, el séptimo álbum, retoman esas historias cruentas como en “Puppe”. Una chica le regala a su hermana una muñeca mientras la encierra en un cuarto y ella se prostituye, la pequeña no se toma el medicamento para dormir y ve que un cliente ha matado a su hermana, en reclamo y dolor le arranca la cabeza a la muñeca. Un horror que quizá solo Edgar Allan Poe hubiera escrito.
Si el sonido de la banda ha logrado una estética inconfundible se debe en parte a que la banda sigue formada por los seis integrantes iniciales, Till Lindemann (voz, la temible y grave voz), Richard Z. Kruspe (guitarra), Paul Landers (guitarra), Oliver Riedel (bajo), Christoph Schneider (batería) y Christian “Flake” Lorenz (teclados), quienes han logrado un sonido fuerte, impactante, dramático, teatral y en ciertos momentos melancólico (“Seemann”, “Klavier”, “Ohne Dich”), con diferentes propuestas a lo largo de sus siete álbumes. En sus primeros dos trabajos las canciones eran enigmáticas con maravillosos sonidos oscuros, en Mutter eran directas y rápidas, casi punk por su velocidad; en tanto los últimos tres álbumes son mucho más accesibles, “comerciales”; su nuevo trabajo se distancia con una electrónica voraz, a ratos explosiva, a ratos melódica, pero nunca oscura como en el inicio. Brutal, sí.
En “Ausländer” los sintetizadores son desquiciados; “Zeig Dich” se ampara sobre un manto electrónico-industrial con coros eclesiásticos; “Radio”, el homenaje a Kraftwerk, inicia precisamente con techno para después romperse con las guitarras, y terminar siendo la base de la canción. El eje electrónico es la base de este nuevo Rammstein que se siente como la idea que tenemos de Alemania, estable, calculador, potente. La máquina musical que tardó 10 años para producir nueva música viene cargada con “Sex”, “Tattoo” y “Was Ich Liebe”; la forma guía hacia unas dramáticas interpretaciones que muy probablemente vengan acompañadas de fuego durante sus shows en vivo. Aún así, ese factor, el error si así lo queremos ver, el que no ayudó a que Alemania pasara la fase de grupos en Rusia 2018, puede que esté en la segunda mitad del álbum metafóricamente pensando, porque algunas canciones se pierden por su propia fuerza, “Sex” es un ejemplo de ello, saturación y atasque. Una camioneta intentando salir de un lodazal pero hundiéndose más a medida que acelera.
En casa dejábamos caer la mochila con la sensación de haber aclarado la situación tras la paliza que nos daban. Si en aquel entonces hubiéramos puesto este álbum durante la batalla, nos habríamos quedado con la idea de que no llegamos a ningún lugar, porque Rammstein es fuerte y veloz, potente y brutal, pero le falta ese sentido y totalidad que tienen algunos de sus mejores trabajos.
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