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Cuatro álbumes de estudio y nueve años de espera. Ese fue el tiempo que tuvo que transcurrir para presenciar el primer show estelar de Wild Nothing en territorio mexicano.
Con un nuevo álbum bajo el brazo y después de dos breves participaciones en el festival Corona Capital, el proyecto de Jack Tatum arribó al escenario de El Plaza Condesa para seducirnos a través de la melancolía de sus letras y la distorsión de sus acordes.
El reloj marcaba las 19:30 H. y el interior del recinto apenas mostraba un tercio de su capacidad. Tras hora y media de espera, los huecos en la pista fueron sustituidos por grupos de amigos que, a través de gritos y silbidos, apresuraban la salida de la banda. Fue entonces cuando Wild Nothing apareció sobre la tarima.
Como si se tratara de una invitación para conocernos y entregarnos a través de la noche, los versos de “Nocturne” comenzaron a sonar. Tras aquel flechazo directo al corazón, nuestros oídos se mostraban listos para recibir esa dosis extra que recompensara los años de espera.
Posteriormente llegó el turno para “Wheel of Misfortune”, corte correspondiente a su álbum promocional, Indigo. Apenas un par de temas y los originarios de Brooklyn se transportaban al año 2010, para consentir a la audiencia con uno de los cortes clásicos de su primer EP, “Golden Haze”.
Vistiendo una bomber verde y su infalible gorra, Tatum cedía un momento para interactuar con el público y disculparse por no hablar español. “Gracias por venir. No soy bueno con el español, lo siento”. Ante el lamento de la gente, el músico añadía un toque de humor. “Lo sé, soy estúpido”.
Nada dura para siempre. Tal vez por eso la banda nos invitó a vivir un sueño con “Live In Dreams” y perdernos en la sensualidad del saxofón de “Partners In Motion”. A través de sus instrumentos, el quinteto pronunciaba lenguajes difíciles de resistir en “Summer Holiday” y daba paso a “Whenever I”, único tema del set, perteneciente a su tercer álbum Life of Pause.
No tardaría mucho para que el coro de los asistentes se hiciera presente con “Paradise” y se expandiera a cada rincón a través de “Letting Go”. Como si se tratara de una metáfora, este último tema llegaba para anunciar que el final de la velada estaba cerca.
Tras unos breves minutos de espera, Wild Nothing reapareció en el escenario para ofrecer un último set, conformado por clásicos de sus tres primeras entregas. La inocencia, el baile y la melancolía inundaron El Plaza con “Chinatown”, “A Dancing Shell” y “Shadow”.
Fue entonces cuando la sombra se apoderó del lugar. Tras apagarse las luces, volvimos a ser extraños en la oscuridad.