7
Infectious Music / 2019
12/Abr/2019
Drenge, trio liderado por los hermanos Loveless, se formó en 2010 y poco a poco ha ido puliendo su sonido, disco tras disco. En 2013 lanzó su disco debut, Drenge, en 2015 Undertow fue publicado y ahora nos presume Strange Creatures, que apantalla con una increíble portada, pero ¿el contenido del disco será igual de increíble?
Desde el momento en te atreves a dar play a la primera canción, “Bonfire of the City Boys”, encuentras sonidos fuertes, de ira, violencia, gran energía en ejecución y sobre todo una espesa bruma de oscuridad gótica. Toda esa conjunción de vibraciones no suena para nada mal, inmediatamente uno se siente cómodo con su sonido y la excelente calidad de producción.
El tracklist se sigue reproduciendo y si ponemos tantita atención, nos damos cuenta de los matices de cada rola y de los distintos elementos usados en cada una de ellas. Escuchamos rock de garaje, escuchamos sonidos digitales, y electrónicos que les dan tintes industriales a sus composiciones e incluso saxofones que les dan un ambiente cabaretero.
Pero algo está muy raro, no llegamos ni a la mitad del disco y lo notamos. Realmente estos compas de Castleton, Derbyshire, no están haciendo nada nuevo, ni están cambiando la música tal y como la conocemos. Solo están haciendo un collage de música oscura a través de los tiempos.
Desde garaje antaño como The Seeds o Count Five, pasando por Joy Division, hasta Nick Cave y todo lo que hay detrás de él, hasta She Wants Revenge, The Horrors, incluso The Faint, Editors o Arcade Fire. En la música es muy obvio, pero también la parte lírica trae mucho ese toque de teatralidad de bandas de new wave como Bauhaus o Pere Ubu.
Quizás esté de más hacer algún tipo de comparación o hablar de todas esas bandas, sobre todo en estás épocas donde están influenciadas por todo al mismo tiempo. Ya hay tanta historia musical que lo único que nos queda es hacer una mezcla de todo lo que escuchamos mientras fuimos creciendo y al fusionarla, hacerlo de maneras interesantes.
El disco es bueno, bastante bueno a decir verdad y la portada haría una muy buena playera, pero puede perder su magia si nos sumergimos demasiado y notamos todas las influencias de donde viene su música, y aún más si vamos directo a sus fuentes de inspiración para darnos cuenta que son superiores a lo que hace Drenge en la actualidad.
8
Grouch / 2019
Para The Destroyer — 1, el tercer álbum de TR/ST, el ruido es enigma y frenesí. Él es un bicéfalo con dos ideas opuestas, romance y oscuridad, que convergen en algunas canciones hasta lograr una fusión que resulta complicado descifrar. Inicia con un breve zumbido, asciende de lo profundo hasta desvanecerse y transformarse en una pulsación ¿Lo escuchan? Agudicen bien el oído, se acerca, es “Colossal”. Un punteo electrónico está suspendido sobre una neblina musical que forma un dance viscoso. “Nada está bien y nada está mal”. El protagonista la llama canción de cuna. Su advenimiento está fuera de duda. Si en el debut TR/ST brota como un misterio, una fuerza, acaso oscura y sexual, escondida tras una máscara que dificulta saber quién está tras ella y, sobre todo, comprender qué trata de decir con sus letras ambiguas, en su segundo álbum, Joyland, el acid pop y el industrial muestran esa potencia en caos; ya sea en “Rescue, Mister” y sus sintetizadores violentos contrastando con maullidos en los coros o en un tema caótico como “Peer Pressure”. En su nueva empresa, el canadiense Robert Alfons, único miembro oficial de la banda, pone en cauce esa energía dual a través de la dicotomía del sonido.
The Destroyer es un proyecto un ambicioso, un álbum doble de 16 temas que se fragmenta en dos entregas, la primera estrena este 19 de abril, mientras que la segunda será publicada en la recta final del año. En la parte uno TR/ST sale de la caverna después de cinco años de un silencio interrumpido brevemente por algunos sencillos como “Slug” o “Bicep” –este último rescatado para The Destroyer — 1–, así que es mejor apagar la luz y esperar la llegada inevitable de esta fuerza desconocida que durmió por un lustro. El rostro del proyecto se conserva oculto, pero mantiene una intensidad decidida. Una voluntad.
A lo largo de ocho temas el álbum va por el sonido electrónico de fauces oscuras, manteniendo congruencia estética en relación con lo que había publicado anteriormente, canciones con carácter dance pop, pero corruptas por una cabeza del bicéfalo que las guía por lo industrial, por la saturación de sonidos, el atasque, lo bestial, la desmesura. La personalidad del canadiense Robert Alfons así es, misteriosa y un poco perversa, pareciera que oculta algo, que guarda apariencias, pero cuando platicas con él o lo escuchas hablar te deja otra impresión, la de alguien dulce. Este el mejor punto de su trabajo, cuando logra impregnar su música de una auténtica vibra oscura a la par de inyectar una dosis de ternura pop, cuando se deja llevar por lo animal y experimental o cuando se asume como la bestia que es, se transforma y deja que la cabeza salvaje tome el control tal cual lo hace en “Bicep”.
En piezas como la que abre el álbum, “Colossal”, o como la que lo cierra, “Wake With”, Robert Alfons, al lado de Maya Postepski, expone la potencia de su composición, de su autenticidad, de su genio para bifurcar un tema, para crear momentos que sobreviven a su propio tiempo; en canciones como “Poorly Coward” se arriesga hacia lo agresivo; en tanto que en “Control Me” o en “Grouch” no logra romper con los límites de su pasado y resultar un poco arcaico para sí mismo por lo frágil de la canción, por lo simple. No obstante hay que remarcar que la voz es un prodigio, un hechizo que aleja su música de alguna etiqueta con cada pirueta que hace. A veces gutural, a veces aguda, a veces gruesa, el personaje de cada tema relata estados de ánimo inciertos llevando al escucha a una caída libre como la portada del álbum. Grabado en Los Ángeles y en Ontario, The Destroyer — 1, se queda corto y deja la incertidumbre de saber si haberlo dividido era la mejor decisión artística. La idea se queda diluida por falta de químicos. Y vuelve la pregunta, ¿hacia adónde nos dirigimos?¿Qué nos quiere decir Alfons? ¿Quién es en realidad? Apaguemos la luz, tal vez lo descubriremos.
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