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Pixies en el Teatro Metropólitan

Pixies en el Teatro Metropólitan

Iván Lechuga
Cortesía OCESA / Chino Lemus

Cortesía
OCESA / Chino Lemus

13/Nov/2018

Detalles

Organización

Producción

Ambiente

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Teatro Metropólitan

Artista(s)

Vamos a jugar por la playa.

48 H. después de la épica presentación en el Zócalo durante la Semana de las Juventudes (algo que hubiera sonado risible hace algunos años: Pixies en el Zócalo), nos metimos en el cómodo Teatro Metropólitan de la CDMX para la primera de dos noches en este magnífico recinto, en lo que está de moda para bandas extranjeras en México, tocar en lugares pequeños comparado a su capacidad de convocatoria (lo vimos con Interpol en el Teatro de la Ciudad hace unos meses). Estos conciertos “boutique”, cómodos, íntimos, caros (hay que decirlo), son la oportunidad perfecta para degustar a su banda preferida del mejor modo.

Las afueras del Metropólitan estaban tapizadas con piratería, era más de lo normalmente acostumbrado, y al momento de estar tomando la tradicional foto de la marquesina, con las letras Pixies en dorado, pasan dos tipos a mi lado y pregunta uno al otro quién es Pixies, a lo que responde su amigo: “creo que un grupo de rock”, como breve recordatorio de que la banda sigue siendo desconocida por el mainstream. Ya en el interior del lugar, nos presentaron en las grandes pantallas una entrevista pre-grabada con Simon Larbalestier, el fotógrafo que hizo las portadas de Come On Pilgrim (1987) y Surfer Rosa (1988), sobre la inspiración y el concepto detrás del hombre peludo y la mujer mitad desnuda, para que acto seguido viéramos la inconfundible y generosa silueta de Black Francis (Charles Thompson), caminar por el escenario junto con sus tres compañeros al momento que el público soltó un fuerte alarido.

Como ya sabíamos, iba a ser Come On Pilgrim entero, y el inicio fue eléctrico con la suntuosa “Caribou”, la cual conectaron directamente con la primera versión de “Vamos” que íbamos a escuchar esta noche. La gente estuvo de pie desde la primera canción y no se sentaría para el resto del concierto. Pixies recorrió rápidamente el álbum debut que solo dura 20 minutos (aún se discute cual es el primer LP de la banda, Come On Pilgrim o Surfer Rosa). La guitarra acústica de Francis se escuchaba claramente en rolas como “Ed is Dead”, en contrapunto con los solos distorsionados de Joey Santiago, y en ningún momento se perdieron entre todo el sonido los coros de Paz Lenchantin, mientras que la batería de David Lovering sonaba potente, y el baterista le agregaba algunos toques de jazzista, su background musical, hasta en rolas pesadas como “Nimrod’s Son”.

Como intermedio la banda sacó algunos deep cuts de su repertorio, del EP conocido como el cassete morado, interpretaron “Down to the Well”, “Build High”, “Rock A My Soul” y el cover de “In Heaven (Lady in the Radiator)” del director David Lynch; en esta última Paz cantó con sentimiento, haciendo finalmente la conexión entre el cine lynchiano y el art-rock de los Pixies. Frente a un fondo completamente azul, las siluetas oscuras de Pixies le daban un toque elegante a la velada, como una de aquellas bandas que estuvieron apareciendo al final de los capítulos de la última temporada de Twin Peaks.

El clamor más fuerte hasta ese punto fue para el inicio de Surfer Rosa y la poderosa “Bone Machine”, la audiencia estaba degustando de cerca el “start.stop” rock que hizo influyentes a Pixies desde finales de los años 80. No hubo mucha interacción con el público, Francis se reservó el español que sabe de cuando vivió en Puerto Rico, y tampoco se escucharon las rolas memorables de Doolittle, u otras como “Alec Eiffel” y “Velouria”, ni de los nuevos discos incluso, pero la oportunidad de rockear frente a “Break My Body” y “Broken Face” hacia que el concierto valiera la pena, el público estaba prendido y nos envolvíamos en todas esas rolas que hablaban sobre muchos huesos rotos (la onda que Francis traía en 1988).

La voz de Paz, bañada en cuantiosas cantidades eco, flotaba por el interior del Metropólitan en “Where is My Mind”, y el público la coreaba como se lo merece la canción más representativa de la banda. “Gigantic” también fue otro punto álgido para muchos, aunque en lo personal nunca le he encontrado el atractivo a esa canción. Extrañar a Kim Deal ya es cansado para los que nos hemos resignado, pero algunos agradecemos en secreto que Paz la imite casi al pie de la letra, incluso en los diálogos que tuvo con Francis al principio de “Vamos” (2da versión) y “I’m Amazed”, tal como aparecen esas conversaciones en el álbum.

Cerraron con “U-Mass”, “Um Chagga Lagga” y el único número de Doolittle, “Tame”. Un show electrizante y muy memorable, pero lo peor es que Come on Pilgrim y Surfer Rosa ahora me van a sonar chatos.

Iván Lechuga

REDACCIÓN:

Iván
Lechuga

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