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Shannon Shaw, la cautivadora vocalista, bajista y fundadora de Shannon and The Clams, me saluda en un perfecto español. Lo domina gracias a que tomó clases cuando iba a la escuela y lo practica cada que visita España. Pronto podrá practicar la versión mexicana de esa lengua gracias a su estadía en CDMX con motivo de su concierto en el festival Corona Capital.
“Hemos tratado de ir a México en varias ocasiones y no lo hemos concretado, así que es un honor por fin lograrlo en un festival de este calibre, donde han tocado bandas que nos gustan. Tocaremos algunos covers y varios temas de Onion, nuestro más reciente disco. Prometemos darlo todo y hacer un show muy loco”, explicó.
Onion, el álbum que menciona, es su quinto disco, el cual fue producido por Dan Auerbach, vocalista de The Black Keys en su estudio de Nashville. El material es una mezcla de nostalgia sesentera, espíritu, pop psicodélico y surf, cuya narrativa aborda temas como la autodeterminación, la pérdida, y la capacidad de las comunidades de recuperarse después de una tragedia. El disco toma su nombre de la cebolla, una planta con capacidad de hacer llorar.
“Se llama Onion porque empecé a ir a terapia hace algunos años. Al ir comencé a darme cuenta que los humanos somos muy complicados y cada que quitaba una capa descubría una detrás, como una cebolla. Además de que al igual que la terapia, las cebollas en ocasiones te hacen llorar”, explica. “Todo mundo necesita terapia. Ser escuchado. Yo comencé a ir porque me di cuenta que estaba en un ciclo que se repetía constantemente como un loop. Pero entonces pensaba que la terapia era un lujo que solo los ricos se pueden dar y yo siempre fui pobre. Luego me enteré de este centro en el que pagas de acuerdo a tus posibilidades y comencé a ir. Me encantó la experiencia y comencé a recomendarla a todo mundo. Decidí ir a terapia porque tuve un desarrollo difícil. Crecí en un ambiente mormón, en un hogar muy sexista en el cual mi mamá tenía esta doble moral en que por un lado parecía feminista y por el otro lado era en realidad muy chovinista. Me decía que podía hacer lo que fuera que quisiera y cumplir mi sueños, pero cuando le decía que quería aprender música lo dejaba para luego, mientras que fomentaba que mi hermano aprendiera a tocar un instrumento nuevo cada año. Su argumento era que quería que aprendiera cosas más útiles para las mujeres, como por ejemplo cocinar o bordar. Yo le decía que cumpliría con eso, pero que podía hacer las dos cosas y ella se negaba. Cuando la cuestiono ahora, dice que no sabe por qué lo hizo”, narró.
Por esa situación con su madre fue una late bloomer. Aprendió a tocar hasta los 25 años y tenía síndrome de impostor, pues por más que componía no se consideraba a sí misma un músico. “Pensaba que eso era algo que hacía gente muy especial, preparada, que empezó de niño. No yo. Al comenzar a tocar estaba en un lugar muy oscuro, fue una experiencia catártica que me hizo sentir bien y me hice adicta a eso”, dijo.
Ahora esas inseguridades están superadas y ha logrado trabajar al lado de músicos que admira, como Bobby Wood, el pianista de Elvis Presley. Según ella, la experiencia de tocar con esas celebridades de la música la enseñó a no ser tan crítica y dejar de juzgar. Bajar su guardia. Fue una experiencia aleccionadora que le enseñó a ser más humilde y dejar de tener miedo a conectar con ellos.
“La experiencia de hacer Onion versus hacer Shannon in Nashville, mi álbum de solista fue muy diferente. Con la banda me siento cómoda, estamos todos juntos, estoy acompañada y sé qué esperar. Solo tengo que llegar, ya tenemos todas las canciones y lo que tengo que hacer es simplemente ver cómo lograremos hacerlas nuevas en el estudio que es como un paraíso porque tiene todo el equipo que puedas desear. En cambio para mi disco de solista (cuyo nombre es un guiño al Dusty in Memphis de Dusty Springfield) estaba aterrorizada. No conocía a nadie y me sentía sola. Por el tipo de ambiente en que crecí nunca había convivido tanto con hombres mayores y ahora no solo tenía que hacerlo, sino que además estos hombres mayores eran celebridades. Personajes que han tocado con mis ídolos, que han sido músicos de Aretha Franklin o Elvis Presley. Fue muy intimidante. Pero una vez que me dejé ir y les di chance, todo fluyó. Ellos querían escuchar mis opiniones para poder lograr un mejor disco. No querían que me hiciera chiquita, sino al contrario que tuviera una opinión. Fue una experiencia muy enriquecedora”, recordó.
Ahora, más segura de sí misma y con el síndrome del impostor superado, Shannon planea seguir liderando la banda que parece salida de un baile de graduación estadounidense perfecto y mantener sus proyectos alternos como solista.
“Quiero seguir trabajando por mi profesión. Llevar mi música a más lugares y aprender de percusión, pues me parece que es algo que enriquece mucho los actos en vivo. Además soy ilustradora, hago retratos en acuarela. Me gustaría ilustrar un libro de ciencia ficción, algo de realismo mágico. También sueño con ilustrar un libro para niños, ya que lo que leí de niña me marcó mucho y me gustaría estar detrás de esa fantasía de alguien más”.
Pero quizá su mayor reto sea seguir pelando las capas de su propia cebolla y lograr su cometido de ser mejor persona. “Soy una mujer muy conectada con mis sentimientos. Procuro ser mejor persona cada día. Esto lo logro a través de la terapia, de ser más considerada, ser mejor escuchando. Eso es algo en lo que siempre intento mejorar. Antes trataba todo el tiempo de estar callada, apagar mis pensamiento. Ahora he aprendido a darme una oportunidad a mí misma. Regalarme un break”, explicó, pero no un break de la música, pues desde que la descubrió, su mundo ha sido mejor. Y desde que nosotros descubrimos su música.