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Las mujeres somos distintas a los hombres, por supuesto, y son esas múltiples diferencias las que nos complementan y engrandecen como humanidad. Más allá de los genitales, las mujeres nos distinguimos por la manera en que vivimos nuestras emociones y sentimientos, y por cómo lo manifestamos. Cada uno tiene su encanto, pero las del sexo femenino solemos desgarrarnos las entrañas para sacar todo lo que nos pudre y carcome por dentro.
Torres es un gran ejemplo de entrega y pasión. Mackenzie Scott, es la persona detrás de este proyecto que tuvo su origen en Nashville 2012, mientras cursaba el último año de la universidad. Con dulzura es capaz de tocar temas amargos, y con la sola compañía de una guitarra, Torres, puede iluminar, electrizar, inundar, y colapsar un espacio, un corazón y una mente, al llevarte de la mano a través de sus historias, hasta el punto en que se entrelazan con las tuyas, y la música cumple su fin: nuevas historias cobran vida, las heridas quedan expuestas, y se construyen los sueños.
Su nombre artístico es herencia de su abuelo. Un apellido fue el mejor recuerdo que Torres pudo conservar tras haber sufrido el deceso de uno de los personajes más importantes de su vida. Fuerte y vulnerable, esta compositora ha sabido aprovechar las contradicciones de su humanidad y hacerlas música.
Adoptada a los 3 años, y criada en una familia católica de Georgia, Estados Unidos, el primer acercamiento de Torres con la música fue en el coro de la iglesia en donde comenzó a tocar el piano y la flauta. No obstante, fue hasta que cursaba la preparatoria cuando se dio cuenta que podía cantar, gracias a que tomó un papel en la obra El Fantasma de la Ópera.
Su primer álbum Torres (2013) fue grabado en cinco días en Tennessee, y fue muy bien recibido por la crítica gracias a su honesta y poderosa fuerza en la composición e interpretación. Con un arrojo, introversión y urgencia similar a la de PJ Harvey, Torres dio sus primeros pasos por caminos ya recorridos por grandes leyendas femeninas, con la misma fuerza que sus predecesoras.
Por su parte, Sprinter (2015), la segunda producción discográfica de la artista se alejó de los tintes folk, inclinándose más a los sonidos orgánicos del rock. Sin miedo a ser juzgada, la artista continúa la narrativa de su vida, de sus errores y de sus tormentos. Una carga de ira que es aliviada a través de guitarras angustiantes y ritmos catárticos.
En octubre del año pasado, Torres realizó su tercer lanzamiento, Three Futures, en el que muestra su madurez como compositora, al igual que como cantante. En esta ocasión, McKenzie utilizó su talento para hablar no solo desde su perspectiva, sino hasta llegar a interpretar el papel de Dios, al tiempo que llevó su voz a los límites de la intensidad y la fragilidad.
Y aunque aún no ha tenido la oportunidad de pisar escenarios como el Coachella que tanto anhela, Torres ha tenido la oportunidad de compartir escenarios con Garbage y Brandi Carlile. Tal vez aún queda un camino largo en la lucha por la equidad y la igualdad de género, pero cada vez cobran más fuerza las mujeres que no temen hacer lo que más les gusta, decir lo que les da la gana, y no permitir que nadie les condicione su manera de existir en este mundo.