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Pese a que pintaba a ser un día más nublado y húmedo, el domingo resultó ser el día con el ambiente más generoso, divertido y hasta sexy del festival. El cansancio de los que rockearon el día anterior no fue impedimento para que la gozadera siguiera (o aumentara), y los que solo venían para esta fecha contagiaron su frescura. También tenía que ver que era el día con el cartel dirigido a un nicho más específico, así que la mayoría de los presentes estaban ahí por un amor genuino a la música y a pasarla bien escuchándola.
Este amor se sentía en todos lados: en la mini barbería instalada para darte un estilo que fuera de acuerdo a la banda que querías ver; en la zona de food trucks en donde desfilaron kebabs, alitas, burritos y conchas rellenas; en los murales de artistas locales que rindieron homenaje a los que perdimos en el año (una costumbre muy bonita que se ha mantenido desde Coronas pasados); en las tiendas de discos, quioscos de bebidas, palapas de descanso y juegos mecánicos, que también van subiendo de nivel de extremidad conforme pasan los años –no me extrañaría ver un salto de bungee en futuras ediciones–. Nunca hay un momento desperdiciado cuando se trata de un Corona Capital, y todo lo que transcurrió ese día sustenta ese argumento.
La jornada inició de manera funky y llena de soul con Honne. La dupla integrada por Andy Clutterbuck (voz) y James Hatcher (multiinstrumentista) inició el romanticismo desde las primeras notas de “Treat You Right”, y permaneció con “Coastal Love”, “Good Together” y “3am”. Si la gente no había desayunado, sirvió como un buen café cargado y espeso para iniciar el día. Al otro lado, LANY empezaba a prender con su indietronica bailable y luminosa. Para quienes no estaban tan familiarizados con el músico de Los Ángeles, “Good Girls”, “Made in Hollywood”, e “It Was Love” fueron introducciones que deleitaron a los asistentes y sonarán en los servicios de streaming de uno que otro durante los siguientes días.
Después tocaría el turno de Whitney, un ensamble que ya cuenta con la afiliación de muchos al ser resultado de la ruptura de Smith Westerns. Julien Ehrlich, cantante y baterista, también estaba genuinamente estupefacto por cómo todos sabían sus letras y cachaban perfecto el timing de entrada de las guitarras, bajos y trompetas. Incluso calmaba a toda su congregación que ya deseaba escuchar “No Woman”, su tema más representativo, al ofrecer “Golden Days”, “The Falls”, y “Follow” como entremeses llenos de folk rock psicodélico. Gran parte de cada Corona Capital es ver a los artistas que tienen una enorme afinidad y respeto por tocar aquí y a los que llegan por vez primera y están un poco inciertos de cómo serán nuestras reacciones; este caso correspondió a la última categoría y todo culminó en sonrisas tanto arriba como abajo del escenario.
Hubo poco tiempo para continuar con el letargo provocado por Whitney y la calma del día cuando irrumpieron los Crystal Fighters con un carnaval lleno de banderas, sarapes y nopales mexicanos. Su mezcla de funk, punk español, ritmos africanos y electro pop resultó en un carnaval improvisado por sus acólitos más fieles y otros que simplemente pasaban por ahí. “Yellow Sun”, “I Love London”, “All Night” y “Plage” fueron el acompañamiento de caras pintadas, banderas de todos los colores y afiliaciones, globos de marcianos y cervezas que circulaban sin fin, con algunos derrames de por medio.
El rock inglés llegó en la forma de Mystery Jets, que se encargaron de sonorizar un ocaso hermoso. Siendo otra banda con gran aceptación aquí, cada verso de “Telomere”, “Serotonin”, “Saturnine”, “Young Love” y la favorita indiscutible “Two Doors Down” fue reproducido letra por letra por los fanáticos con verdadera pasión. Mismo caso para The Drums, que pusieron a surfear al público (bueno, al menos en sus cabezas) al compás de “Days”, “Money”, “Blood Under My Belt” y “Best Friend”. Posteriormente, se pudieron apreciar las primeras estrellas en un enorme cielo negro y despejado arriba de Cold War Kids, que deleitaron con “Miracle Mile”, “Love is Mystical”, “Mexican Dogs” y “Hang Me Out to Dry”. Nada como guitarrazos y pianos sin control para despedir al sol y botanear con alitas, nachos, palomitas, esquites, sopas instantáneas y todo lo que la imaginación culinaria pueda concebir.
Grouplove manifestó su felicidad por venir a tocar aquí en el escenario vecino, con la ayuda de una boca inflable gigante, gran química entre los vocalistas Christian Zucconi y Hannah Hooper y la posterior destrucción de instrumentos luego de maravillar con “Tongue Tied”, “Seagulls”, “Colors” y un cover de “Sabotage” de Beastie Boys. Al otro extremo del Autódromo, The Shins ya estaba dando serenata a sus admiradores con canciones como “Australia”, “Kissing the Lipless”, “Simple Song” y, por supuesto, el combo infaltable de “Caring Is Creepy” y “New Slang”, muy queridas aquí gracias a su presencia en el soundtrack de Garden State, que probablemente es de las películas favoritas del 90% de los que asisten a un Corona Capital. Así que sí, fue algo de suma importancia.
Otro de los momentos más enternecedores y musicalmente ricos fue la presentación de Grizzly Bear. La banda neoyorquina se caracteriza por hacer música más introspectiva, nutriente y hasta tenebrosa, pero su recepción fue como la de cualquier otro acto escandaloso y estridente. Los primeros acordes de “Four Cypresses” iniciaron la jornada a este bosque encantado que Ed Droste y el resto de los “osos” formaron con sus canciones. Después de escuchar “Yet Again”, “Losing All Sense”, “Mourning Sound”, “Knife” y “Two Weeks” en vivo, ya ni dan ganas de privar el placer de que estas piezas solo se escuchen con audífonos. Si algún miembro de la audiencia entró con la idea de “¿y estos qué?” y salió deslumbrado, no los culpo.
Era momento de moverse a ver a alt-J, otra de las deudas pendientes más grandes que ha tenido la música alternativa internacional en nuestro país. El trío inglés no decepcionó y la concurrencia desbordaba más allá del espacio designado al escenario Corona Light; hasta las filas de los camiones de comida y comercios artísticos suspendieron labores para disfrutar del show. Pese a que interpretaron “3WW”, “Tessellate”, “Nara”, “Dissolve Me”, “Matilda”, “Left Hand Free” y “Breezeblocks” con maestría y fuerza, su set quedó a deber para muchos por lo limitado del tiempo y el apego a los arreglos originales, sin muchas sorpresas.
La cursilería y el zapateado llegó a su punto cumbre con el show caleidoscópico y lleno de furor que ofreció Phoenix. Con uno de los despliegues de luces más interesantes y llamativos del festival, Thomas Mars y sus colegas franceses invitaron a las parejas a abrazarse, moverse y disfrutar con “J-Boy”, “Entertainment”, “Lisztomania”, “Too Young/Girlfriend”, “If I Ever Feel Better”, “Long Distance Call”, “Fior de Latte” y “1901”. Nosotros amamos a Phoenix y ellos a nosotros; así es esto entre las bandas de indie rock francés y sus seguidores mexicanos. Hubiera sido una cita ideal de no ser por el monstruo que estaba surgiendo a varios metros de distancia y a veces entrometía con sus estridencias. Eso afectó mucho la experiencia de ver a Phoenix, pero Mars compensó todo al mezclarse con el público y repartir abrazos y besos. Todo muy lindo, aunque era tiempo de ver el origen de tanto escándalo. ¿Qué podría ser tan grande para ahuyentar a todos?
Uno pensaría que después de tanta fiesta, tanta diversidad y tanta explosión sónica no habría nada que obliterara todo eso y que ya nos podemos ir con buen sabor de boca. Pero no. Realmente nada te prepara para un show de Green Day, como los miles de asistentes al Corona Capital 2017 atestiguaron ayer. Nada. Vamos, hasta hubo explosiones en el sentido literal de la palabra.
Billie Joe Armstrong, Mike Dirnt y Tre Cool son prácticamente considerados santos entre la comunidad punk de México, y la gran mayoría les tiene considerable estima tanto por sus clásicos noventeros como por sus recientes epopeyas de ópera rock. Para los que nunca habían asistido a una presentación en vivo del trío californiano, quizás no se esperaban tanto despliegue de carisma, pirotecnia, fidelidad, nacionalismo y hasta comedia chusca. Si su introducción con conejitos raros a ritmo de “Blitzkrieg Bop” y la entrada triunfal de los músicos con “Asi habló Zaratustra” no eran suficientes, no habían visto nada. ESTA era la banda por la cual el costo de los boletos se dispararon inesperadamente. ESTA era la banda que ameritaba esas ampollas en los pies, caderas adoloridas y estacionamiento costoso.
Green Day demostró que no es una banda que se encasilla en un género y que solo sus discípulos van a aceptarlos con la debida atención merecida, o que por haber lanzado un par de discos que ya son parte de la cultura popular universal por su temática política/portada icónica ya se fueron al lado oscuro del mainstream. No; Green Day es una banda para todos colóquese en cualquier contexto ideológico, generacional o temporal. Nunca olvidaré haber visto a un chiquillo de quizás 8 o 9 años cantando “Minority” con el corazón en la mano; al grupo de amigas que sacó su lado colegial quizás ya olvidado con “She” o a una pareja de personas ya entrados en sus 40 repetir ca-da pa-la-bra de “Jesus of Suburbia”.
Quizás 2 horas y 50 minutos suenen un poco indulgentes para los que no conocen de sus proezas maratónicas en vivo, pero hubo una sensación general de satisfacción y hambre de algo más entre los que presenciaron este Espectáculo con E mayúscula. La longitud del tiempo tiene su porqué: la primera hora es dedicada a sacar los éxitos como metralleta, como “Know Your Enemy”, “Bang Bang”, “Holiday”, “Boulevard of Broken Dreams”, “Geek Stink Breath”, “Longview” y “Nice Guys Finish Last”. Durante la segunda hora, su prioridad fue interactuar con el respetable, consistiendo en subir a fans al escenario a tocar con ellos (y regalarles sus instrumentos), covers, ejercicios de coreo y vocalización, presentaciones humorísticas de la banda y la colaboración en medleys de otros himnos del rock.
La tercera es cuando sacan las armas grandes y las hordas de fuegos artificiales para despedirse con clase (aunque ellos mismos odiarían ese término). Pues bien, si la duda quedaba en que “American Idiot”, “Basket Case” o “Still Breathing” no podrían sonar más épicas, aquí fue silenciada. Como cereza en este volátil y asombroso pastel, Billie Joe nos despidió con un mini set acústico compuesto de “21 Guns” y “Good Riddance”, Y con eso, todos pudimos decir buenas noches al mundo, seguros de que si existiese cualquier adversidad al siguiente día, siempre está la buena música para decirnos que todo estará bien.
Así concluyó otro Corona Capital lleno de color, ambiente y diversidad musical y antropológica. El presupuesto es cada vez mayor, las propuestas son cada vez más interesantes y muchas bandas siguen repitiendo no por el hecho de que “hay vacantes y solo ellos podían”, sino por su predilección por hacer de México su última y más importante parada en una gira. Hay quienes vienen a tocar también para compartir cartel con otras bandas de su admiración. Pero todo se resume en el por qué nosotros vamos: por decir “yo estuve ahí.” “Yo estuve ahí cuando conocí a la que ahora es mi esposa durante el set de Lana Del Rey en el 2016”; “yo estuve ahí cuando hubo un torrente masivo de lluvia en 2014 y tuve que salir corriendo de Massive Attack empapado hasta las chanclas”; “yo estuve ahí en el primero, cuando todo se trataba de ver a Pixies e Interpol”. Todos tenemos uno de Coronas pasados y puedo asegurar que más de uno tiene una anécdota igual de especial para el festival de este año. Quizás no hubo inundaciones o climas adversos o pleitos en las entradas o salidas, pero –igual es una idea descabellada y nacionalista de mi parte– podría ser el Corona del año en donde México se mantuvo de pie y decidió que el show debía continuar.
Si bien, parte de vivir un festival de esta índole es disfrutar de una manera más sensorial tus riffs, coros y beats favoritos, uno de los puntos débiles que cobró gran importancia fue el nivel de audio. Esta variable impidió una distribución más adecuada a todo el público que intentaba buscar una buena posición para escuchar bien, creyendo que ya tenían los oídos desgastados. Factores como este, sobre todo si se trae a bandas con alto calibre aural como Green Day o cuestiones más intrínsecas en sus melodías como Phoenix o The Shins, son cruciales para lograr una experiencia exitosa. Aunque el ambiente sobrepasó las expectativas de muchos, la calidad del sonido dejó bastante que desear. Otra área de oportunidad para el siguiente año muchachos.