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¿Por qué vamos a un Corona Capital? ¿Por qué a veces gastamos dinero que no tenemos, usamos transportes que desconfiamos y desgastamos el cuerpo y alma durante todo un fin de semana para ser parte de el? Muchos dicen que por cierta banda específica, otros por hábito. La realidad es que el ir a un Corona Capital ya ha trascendido el aspecto de “vengo a ver a tal” o ser una excusa para tener sol, amistad y desmadre. Ir a un Corona es ser parte de un microcosmos diseñado y producido por y para todo melómano mexicano que quiere dejar de funcionar en el mundo por dos días y vivir en éste. Aquí la buena comida y el arte fluyen en cada esquina; se hacen nuevos amigos o encuentros románticos aunque todo lo que tengamos sea el tiempo en el que toque un artista y se crean vínculos más especiales entre banda e individuo. Como país no hemos tenido un año fácil, entonces existe la probabilidad de que este escape a otro mundo fue más necesario que antes, y con ello el significado es más contundente.
A diferencia de instancias anteriores, el clima prometía ser apacible y caluroso, pero con todas las vicisitudes que traerían los vientos cada vez más fuertes de noviembre, por lo cual el código de vestimenta iba desde las tradicionales tiaras de flores con sombreros y camisas sin manga hasta abrigos pronunciados, suéteres franelosos y hasta outfits de animales que parecían botargas sudorosas. En fin, siempre hay cabida para todos los gustos.
El cartel de ese día bien podría considerarse el más digerible y variado de los dos, que fue un buen tino por parte del departamento de logística del festival para la atracción y disfrute del respetable. Desde el dance pop contagioso de Sheppard y el hip hop, post punk de Banks & Steelz, hasta los recovecos de legendarios actos alternativos de los años noventa como PJ Harvey y Foo Fighters, generaciones y tendencias tuvieron oportunidades de mezcla y encuentro como lo debe hacer un buen repertorio de música alternativa. Para eso tenemos listas de Spotify o iTunes llenas de todo, ¿no?
Mientras la gente hacía su acostumbrado peregrinaje desde la salida del metro o las paradas de los camiones hasta la puerta de entrada del recinto, no sin antes pasar por alguna botana, bebida o cigarro para meter de contrabando, Sheppard empezaba a recompensar la puntualidad de los primeros asistentes en el escenario Doritos con “Hold My Tongue”, “Smile” y su inconfundible “Geronimo”. En la Levi’s Tent –el escenario designado para la música electrónica y experimental del festival– la alemana Anika sedujo con su toque avant garde a temas como “I Go to Sleep” de The Kinks, “Yang Yang” de Yoko Ono y “Masters of War” de Bob Dylan, dándoles una nueva vida como si fueran de la autoría de una chanteuse peligrosa de la Factory de Andy Warhol.
El escenario Corona Light recibió a las joviales hermanas Closner, mejor conocidas como Joseph. Su folk pop apasionado y buena onda inició la jornada en esta sede con “SOS (Overboard)”, “Blood & Tears”, “Whirlwind” y un cover a “Moonlight Mile” de The Rolling Stones. Pocos momentos después, el escándalo y desfachatez tendrían lugar en el set de Cherry Glazerr. Entre risas malvadas y rasgueos impertinentes, la frontwoman Clementine Creevy hacía reír a los asistentes con anécdotas embarazosas de sus pantalones y entonaba éxitos como “Nuclear Bomb”, “Had Ten Dollaz” y “Apocalipstick” por igual.
Ya eran casi las 17 H, un horario idóneo para la presencia de bandas consideradas más de culto en nuestro país. Esto se evidenció claramente cuando los ingleses de Daughter subieron al Corona Light. La convocatoria era considerable y cada alma presente se sabía cada letra y cada melodía de “How”, “Human”, “Youth” y “Smother”, mientras la banda aprovechaba para improvisar y consentir a sus adeptos. Angel Olsen continuó con los ánimos melancólicos en un set lleno de elegancia y sobriedad retro –en donde todos los integrantes de su banda iban con trajes iguales, como si se trataran de sus chambelanes–. Al ritmo de “Shut Up and Kiss Me”, “Heart Shaped Face”, “Sister” y “Not Gonna Kill You”, Olsen demostró por qué es una de las cantautoras más sensibles y potentes de su generación.
Cualquier atardecer se vive mejor con música y no hubo mejor acompañamiento para una vista crepuscular tan resplandeciente que el show de Mogwai. Aunque su rock instrumental mitigó la chispa que muchos ya estaban acumulando, los escoceses no escatimaron y realizaron versiones estremecedoras de “Coolverine”, “Party in the Dark” y clásicos como “Hunted By a Freak” y “Mogwai Fear Satan”. Si todas esas máscaras de animales, sombreros de copa, penachos y demás parafernalia festivalera que portaban los asistentes se habían esparcido durante ese acto, todos se volvieron a congregar para atestiguar la fiesta ochentera futurista de Metronomy. Los ingleses aprovecharon los primeros brotes de oscuridad que llenaban los campos del Autódromo para llenar cada hoja y cada árbol de neón con “Miami Logic”, “Old Skool”, “The Bay”, “Love Letters”, “Everything Goes My Way” y “The Look”, entre otras.
La noche cayó sobre el Autódromo Hermanos Rodríguez a la par que uno de los actos más esperados ocupaba el escenario Corona Light. Junto a su conjunto caracterizado como banda de guerra, PJ Harvey vino con cantos de ataque llenos de encanto y sensualidad. Esta configuración, con todo y tambora, marimba, trompetas y acordeones, le dio el punch esperado a temas emblemáticos como “The Ministry of Defence”, “The Glorious Land” y “The Words That Maketh Murder” al mismo tiempo que reinventó éxitos como “To Bring You My Love”, “White Chalk” y “Down By the Water". Uno de los mejores momentos de todo el festival.
Corona Capital también se ha convertido en un foco de proyección para agrupaciones con conceptos más arriesgados o poco usuales, así como un showcase para que artistas consumados muestren otra faceta de su carrera. Así como en años anteriores tuvimos DJ sets de James Murphy, Giorgio Moroder y Kevin Parker de Tame Impala, ahora Banks & Steelz engalanó este espacio. La dupla integrada por Paul Banks y The RZA, líderes de Interpol y Wu-Tang Clan, respectivamente, maravilló a propios y extraños en el Levi’s Tent con su propuesta que suena exactamente a lo que uno pensaría al mezclar estas bandas, o hasta mejor. Al ritmo de “Love + War”, “Speedway Sonora” y “Giant”, la carpa alternativa se convirtió por unos minutos en una mancha oscura llena de luciérnagas cuando el par de músicos pidió que se apagaran las luces del foro y que los asistentes encendieran celulares y encendedores. El cariño que le tiene México a ambos artistas es evidente, y pocos actos tuvieron una respuesta igual de vivaz.
La emoción colectiva continuó su curso con otra de las bandas de culto en nuestro país que tuvo la oportunidad de presentarse en el escenario más grande a una hora importante: Elbow.
El conjunto de Manchester, Inglaterra claramente no sabía qué esperar del público mexicano al ser su primera vez en tierras aztecas y se sorprendieron con la reacción a cada una de sus bellas composiciones. El grupo, liderado por Guy Garvey, decidió no ofuscarse y amplió sus esfuerzos, de modo que éxitos como “The Birds”, “Lippy Kids”, “Mirrorball”, “Magnificent (She Says)” y “Grounds For Divorce” sonaron como una extensión bestial de sus iteraciones de estudio. Garvey se rindió ante México y parecía que le iban a crecer brazos colosales y nos iba a apapachar. Esperaremos su regreso, que probablemente será muy pronto.
Al culminar la presentación de Elbow, uno tenía que cruzar cielo, mar y tierra rumbo al escenario Doritos y encontrar un sitio no solo para sentarse y tomar un descanso, sino para solamente plantar los pies. ¿Recuerdan ese episodio de Los Simpson en donde la familia compra una alberca y la gente se va metiendo conforme hay espacios minúsculos? Eso fue más o menos la experiencia vivida con The xx. El trío integrado por Oliver Sim, Romy Madley Croft y Jamie Smith tiene un enorme fanatismo en el país y no hubo mayor muestra visual y sensorial que en la primera fecha del Corona Capital de 2017.
Al sonar los primeros tintineos de “Intro”, no se sabía si la tierra temblaba por los bajos aglutinantes, la euforia de la multitud o el curso natural de la Madre Tierra que aún es tema delicado en este año para muchos de nosotros. Este suave vals de voces entre Sim y Madley Croft y la destreza de Smith en los tornamesas y percusiones que impresiona cada vez más se han ganado un lugar especial en los corazones de escuchas mexicanos, y el coreo masivo de “Crystalised”, “Say Something Loving”, “Lips”, “Infinity”, “VCR” y “On Hold” lo respalda. Aunque la calidad de audio y los esfuerzos no fueron del nivel al que nos tienen acostumbrados –la mejor opción es verlos en un foro más discreto– el rubor en las caras de los tres músicos al escuchar las porras de “¡Oliver, Romy, Jamie!” valió la pena presenciar este suceso.
Foo Fighters tiene una historia muy particular con México. Tras muchos rumores, dimes, diretes, promesas e ilusiones, tocaron por primera vez en 2013 y llenaron dos fechas en el Foro Sol en el intento. Puedo mencionar ese momento en el que Dave Grohl lloró cuando la audiencia replicó el puente musical de “Best of You”, como evidencia de la afición. Por lo mismo, miles de fans esperaban una réplica igual o más poderosa que la de hace 4 años, aunado a que se sumaran más oídos por la diversidad que brinda el festival. ¿El resultado? Un show a la par de sus anteriores presentaciones y la reputación que los precede como una de las bandas más grandes a nivel mundial. Pero, ¿era suficiente? Tal vez si; tal vez no.
Como arranque del show, interpretaron una versión muy fiel y cargada de adrenalina de “Let There Be Rock” de AC/DC. Ya después empezaron a ponerse serios con una palomeada de todos sus éxitos más conocidos: “All My Life”, “Learn to Fly”, “The Pretender”, “Rope” y “These Days”. Ya que gran parte de su visita se debía a la promoción de su nuevo material lanzado este año, Concrete and Gold, hicieron la diligente maniobra de promocionarlo con tres temas: “The Sky is a Neighbourhood”, “Sunday Rain” y “Run”, que han logrado una gran aceptación a juzgar por los alaridos, brincos y tarareos de los asistentes de una manera similar a temas emblemáticos como “Times Like These”, “Breakout” y “Walk”.
El virtuosismo y camaradería entre Grohl y compañía son innegables, ya que entre ellos pueden improvisar, reestructurar o destruir sus canciones en vivo como pocas bandas lo hacen. Taylor Hawkins merece una mención especial por haber realizado un épico solo de batería que harían a John Bonham y a Keith Moon orgullosos; si hubiera una versión humana de Animal de los Muppets, sería él. Pero el verdadero show es Grohl mismo: melenudo y barbón, es como ese tío jocoso y rebelde que todos quisiéramos tener, y su interacción con el público mexicano estuvo llena de calidez y afecto. Incluso mencionó que, gracias a nuestra respuesta en 2013, pudieron tener los recursos económicos para realizar su proyecto multimedia Sonic Highways, motivo por el cual nos dedicó una emotiva versión de “My Hero”.
Los Foos habían ganado nuevamente los corazones de miles y sellaron el impacto grandioso de su visita cerrando con la ya mencionada “Best of You” y “Everlong”. Cada elemento y cada cabeceo rockero estuvieron en su lugar y bien merecidos, pero existe la impresión de que este show fue demasiado bien cuidado y justo lo que todos esperaban, sin más ni menos. Probablemente por tratarse de un festival y no de un concierto individual fue que la agrupación de Seattle se mesuró y no hizo tantos covers, versiones alternas o sacó algunos temas poco escuchados del cajón. Es una banda que se aprecia más como experiencia única y no como headliner de un festival por la fuerza de sus presentaciones y el repertorio que presentan. Quizás ese es el caso para todas las bandas de estadio que son invitadas junto a otras más. Bueno, eso pensé hasta que vino el día siguiente.