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Recuerdo que cuando era niño leí en una revista un artículo en el que mencionaba las nuevas bandas chilangas que había que seguir. En ese momento listaban muchas banditas que desaparecieron pero hubo un par que siguen sonando, una de ellas: La Gusana Ciega.
Dos décadas han pasado desde ese artículo y los tiempos han cambiado mucho. Si bien La Gusana logró ser uno de los grupos más respetados a principio del nuevo milenio, también es cierto que lleva bastante tiempo sin cosechar nuevos fans lo cual convierte a sus conciertos, sin que esto sea malo, en una reunión godín por excelencia.
Es curioso ver a la gente entrar al lugar. La mayoría se encuentra cercana a los 30 años o los rebasa por poco y se ve que no les dio tiempo de regresar a casa para cambiarse por lo que hacen lo que haría cualquier oficinista que se respete: abrirse la camisa, dejar la corbata en el carro y quizás cambiarse el calzado para poder estar lo más cómodo posible y quizás disfrazar su Godínez.
Aunque la cita era a las 21:00 H, las puertas abrieron con media hora de retraso, además La Gusana Ciega subió al escenario pasando las 22:30 H. Esto dio pie a otro ritual: echar la cuba. A diferencia de la mayoría de las fechas de Circuito Indio, en donde la cerveza fluye como si de agua se tratara, la bebida de ayer fue la cuba, perfecta elección.
Para el momento en que La Gusana Ciega subió al escenario el ambiente estaba más que puesto. Los capitalinos llevan veinte años haciendo esto y se nota. Un ligero intro instrumental anuncia su llegada y crea un ambiente de suspenso mientras los músicos ocupan sus posiciones.
El set estuvo muy bien escogido, si bien se encontraban presentando disco, la banda supo meter sus clásicos de tal manera que no se creaba en ningún momento un ambiente de aburrido, cosa que puede pasar mu fácilmente si tocas más de tres canciones nuevas seguidas.
Fue así como poco a poco fueron sonando canciones como “Entra en el agua”, “Celofán” o “Giroscopio”, aunque definitivamente la más coreada de la noche fue “No puedo verte”, específicamente la parte que dice: “no puedo permitir que me engañes a mí, como yo te engaño a ti”, habría que hacer un análisis del porqué es la parte más coreada aunque eso será en otra ocasión.
El hecho de que los clásicos fueran sonando poco a poco a través de la noche y que no se los guardaran para el final permitió otro ritual godín: salirse temprano porque es jueves y mañana hay que trabajar. Así, aquellos que no son fans from hell de “La Gusana”, emprendieron el viaje a casa satisfechos de haber pasado una gran noche, en la que seguro recordaron aquellos tiempos en los que nadie les decía que hacer y podían brincar y desvelarse cuando quisieran, al fin y al cabo de eso se trata el rock & roll.