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Arkestra Discos / 2017
Toda buena ciencia ficción se rige por las reglas que ella misma estipula. Para poder crear una obra en ese rubro es necesario que todo aquello que le da vida esté perfectamente planeado a su manera para funcionar como un conjunto. Estas reglas –siempre al libre albedrío de sus autores– son aquello que fundamenta todo lo que se verá (se leerá o se escuchará) y aquellas responsables de que cosas como 2001: A Space Odyssey o Children Of Men, nomás por nombrar algunas, sean artilugios casi perfectos del género.
Lo que hace BFlecha siempre ha sido único. Escuchar su música (como escuchar muchas otras cosas) remite a varias referencias sonoras y discursivas, pero siempre guarda ciertos elementos que no pueden identificarse de otra manera sino como auteuristas. Belén Vidal –rostro detrás del proyecto– tiene un entusiasmo particular por hacer notar su símbolo autoral de la misma manera que David Lynch lo hace en cada una de sus películas. Una manía del pensamiento singular. De ahí que explorar su catálogo sea algo tan especial.
Como creadora, Vidal tiene muchas características que brotan de inmediato, pero la que mejor funciona es la de reguladora de su obra. Como la buena ciencia ficción, la música de BFlecha (y en realidad el resto de lo que se hace en Arkestra Discos) nace, se desarrolla y se queda en la memoria gracias al universo que ha construido con el tiempo. En ningún otro lugar el trap, el pop y el techno están tan en armonía como aquí. En ningún otro sitio la humanidad y la tecnología conviven con tanto romanticismo como en sus manos.
Con apenas dos discos, algunas colaboraciones y varios sencillos, BFlecha ha creado un espacio único para ella y ha invitado a cualquier oído curioso a adentrarse en él.
Kwalia es su más reciente disco y, no es otra cosa sino un planeta nuevo para explorar en un universo que apenas está en construcción. Los términos no son ninguna invención mía, el contexto de BFlecha es cósmico, interplanetario y abisal desde siempre; este disco es una prueba más de ello.
Como en Hiperasia, el año pasado, las sorpresas que aquí se van a encontrar son tantas que la constancia en su escucha lo pondrá todo mejor. Es un territorio fértil, a la espera de ser descubierto.
El disco es una especie de híbrido entre el espíritu oriental más introvertido de Akira Kurosawa, el espacio exterior menos explorado y la autoreflexión más humana. ”Zigurat”, la primera canción, culmina con una narración que recuerda a aquella de Solaris de Lem y, a partir de ahí, el resto es una serie de sorpresas que van desde las más familiares como “Rutas Circulares” y “Apnea” hasta otras distintas como “Chuang Tzu” o “金剛 の (Kongô No)”.
En manos de Vidal no parece extraño que exista una canción como “De Luce” –que tiene todo lo que una canción pop de RBD utilizó para triunfar en masa–, que puede convertirse en un himno espacial de inmediato. Tampoco suena descabellado que El Guincho se convierta en un gángster que evoca de inmediato al legado de Kaydy Cain y el resto de la Pxxr Gvng en tan solo unos segundos en Sin Fin. Todo aquello es posible porque BFlecha se rige bajo sus propias reglas y porque en Kwalia estamos advertidos desde el inicio.
Al recorrer el disco de inicio a fin resulta similar a su antecesor. Con cada vuelta, al final, el resultado es muy parecido al de cualquier obra de buena ciencia ficción. Entre tanta nave espacial, en medio de todas las estrellas del trayecto y en la oscuridad de la revolución tecnológica siempre se encuentra un espacio para recordar a la humanidad. Kwalia es tan extravagante como Cloud Atlas pero al mismo tiempo tan humano como Moon. Lo mejor de las reglas de BFlecha es que uno nunca deja de sentir cuando decide seguirlas.