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Castle Face Records / 2017
Pasaron dos años para poder escuchar el tercer disco en solitario de Dwyer, se titula: Bunker Funk. Y sí, con la primera escucha su música hace vibrar al cuerpo; lo envuelve de toda la sensualidad que el funk transmite y, al mismo tiempo, hace flotar las ideas con los solos de guitarra y los coros pegadizos.
“Bog Dash” mantiene el ritmo, puede sentirse cierta turbación en las voces que no permiten a las caderas detener su movimiento circular. "Bunker Funk" tiene un doble objetivo: provocar sensaciones placenteras e introducir a un mundo post-apocalíptico; la desesperación y los pasajes desolados reinan. Los sonidos metálicos y los loops pesados de “The Cryptologist” refuerzan dicha sensación.
La ciencia ficción regularmente crea mundos en los que la opulencia y la decadencia se corresponden. “Slay The Priest” podría ser el acompañamiento ideal para las escenas en donde los robots caminan –con total normalidad– entre los humanos en largos pasillos iluminados por luces neón.
Llena de melancolía y downtempo, "The Night Shopper" cierra el álbum. Deja en la memoria la idea de haber atravesado todo un cuento sonoro. Los paisajes naturales y espaciales se mezclaron y dejaron al silencio tomar parte. La experimentación y el noise están muy presentes a lo largo de las diferentes canciones; nunca se salen de control, ni se apoderan del sonido, se mantienen al margen.
Desapegarse del sonido de Thee Oh Sees es un poco complicado, hay momentos en los que parecería que escuchamos a la banda completa. Con 14 canciones, John Dwyer nos muestra su universo personal de una forma más transparente. Los acordes de piano se son delicados y es su voz un sonido imprescindible para este material.