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La vida me ha enseñado que los momentos más valiosos se viven acompañados de las personas que quieres, y vivir el rock apasionadamente no es una excepción. He asistido a conciertos sola, sin duda, pero el tener con quien gritar, saltar, subir y bajar, hace de la experiencia algo diferente y memorable para quienes disfrutamos de los multitudinarios eventos musicales.
La cita era en el Palacio de los Deportes a las 8:30 de la noche; la Ciudad de México vomitaba tráfico, había gente moviéndose al compás de la urgencia, el metro derramaba cuerpos y un ejército de rockeros luchaba contra los titanes capitalinos para poder llegar a su cita con Guns N’ Roses.
Al llegar, los alrededores del lugar emanaban alegría, emoción y expectativa de ver a un Axl Rose brincando por el escenario y no enyesado del alma. El desfile de sombreros de copa, paliacates, lentes obscuros, camisas a cuadros y botas Dr. Martens le daba vida a los oscuros rincones; caminaban a prisa, se encontraban, buscaban su lugar y muchos otros acudían a revivir con un matiz diferente la presentación que tuvieron siete meses atrás en Foro Sol.
Las luces del escenario se encendieron, rosas y pistolas aparecieron en la pantalla principal, los gritos llenaron los huecos, el rasgueo de las cuerdas de una guitarra retumbó, la espera me devoró y cuando los vi llegar, entré en las fauces del lobo para presenciar el inicio de la noche en su compañía. “Not in this lifetime” daba comienzo.
“It’s not easy” estalló con un juego de luces y el sonido de una guitarra bien ejecutada; Axl Rose estaba de pie haciéndonos recordar el Appetite For Destruction mientras que les dábamos la bienvenida por segunda ocasión a nuestro país. “Mr. Brownstone” continuó para satisfacer nuestro apetito de destrucción y “Chinese Democracy” cumplió el capricho de los puristas, aunque todos bailaron.
El inconfundible riff brotó de la guitarra de Slash y el aliento del público desapareció para que “Welcome to the jungle” explotara en nuestros oídos. “In the jungle, welcome to the jungle feel my, my, my, my serpentine” fue coreado por todos y dejó huella en la memoria. “Double Talkin' Jive” con su batería y guitarra marcaron el ritmo, “Better” pasó como pasan las estaciones, “Estranged” porque con un solo de guitarra se pueden decir poemas de amor en todos los idiomas y “Live and let die” porque darse el lujo de coverear a uno de los grandes como Paul McCartney es algo que solo pocos pueden hacer con éxito y Guns lo consiguió rodeado de explosión y pirotecnia.
“Rocket Queen” y “You could be mine” para invocar el pasado glorioso de una banda que dejó rastro en la historia del rock a través de dos grandes álbumes llenos de riffs potentes y divertidos, hechos para hacer saltar a cualquier rockero. “This I love” llenando el corazón de nostalgia de todos los presentes, “Civil war” como grito de paz, como un llamado a la humanidad; mientras que al terminar los latidos de un corazón marcaron el ritmo salvaje de “Coma” para hacer matear a todos con su riff impetuoso.
El momento estelar de la noche llegó y la guitarra de Slash marcó la pauta para iniciar la celebración; “Sweet child of mine” se hizo presente y todos nos convertimos en la voz estelar de la noche como eco de esta icónica canción. “Yesterdays” y “My Michelle” fueron la sorpresa de la noche y los acordes de “Wish you were here” alimentaron mi corazón con el recuerdo de aquel hombre de barba y cabello largo que no estaba a mi lado esa noche.
Axl, dando las instrucciones precisas al piano que tenía frente a él, hizo llover en nuestras almas solitarias con la interpretación de “November Rain”, haciéndonos recordar que al final no estamos solos. La luz se apoderó del escenario para que “Knockin' on Heaven's Door” tuviera la oportunidad de abrirnos las puertas del cielo al que todos queremos llegar.
“Nightrain”, “Don’t cry” y “The Seeker” fueron borrosas para mí, nubladas por la oscuridad de la sociedad en la que vivimos, una sociedad que le quita al otro sin tocar su corazón, aunque recuerdo que llegaron a mi alma tratando de brindarme la paz que el momento no pudo.
Fulminantemente, “Paradise city” cerró la noche con una horda de rockeros llenos de euforia, diversión y furia, todos coreaban, bailaban, saltaban y headbangeaban sin tiempo o espacio tangible.
Una noche llena de emociones que me enseñó que estaba en lo correcto: compartir el rock con tu gente es mejor. En las buenas y malas, cuando necesitas apoyo o cuando saltas y cantas para florecer. Gracias por estar.