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Ya comentábamos en el log 2, que Bilbao es una ciudad que, en relativamente poco tiempo (20 años), se transformó de ser una localidad industrial y hasta cierto punto gris, en un diamante que brilla con luz propia ante los ojos del mundo.
Gran parte de este cambio se debió a la apertura del Museo Guggenheim, que hoy es uno de los landmarks más sobresalientes y, a decir de varios de habitantes, un orgullo revitalizante. Pero Bilbao es mucho más que su museo, y basta caminar su calles, escuchar a quienes viven la ciudad y adentrarse en su historia, para entenderlo.
De pintxos y multiculturalidad
Vayan ustedes a saber exactamente cuántos lugares hay en Bilbao para disfrutar una buena comida; sus calles están repletas de bares en los que uno puede encontrar las típicas tapas (pintxos), bocadillos (de tortilla de papa, jamón o albóndigas) y una buena caña (cerveza clara o tostada). Uno de los spots más representativos es el Café Iruña, histórico café navarro del siglo 19.
Pero también existen lugares donde se puede disfrutar de un menú completo, con pasta a la crema y tocino, osobuco al barbecue con papas fritas y pimientos y un tinto de la rioja son los principales personajes. Por si esto fuera poco, la oferta de comida fusión vasca, asiática y latina, como Dando la Brasa, muy cerca del Casco Viejo, donde elementos españoles en carnes y pescado se funden con especias de Japón y sazón argentino.
Más allá del Guggenheim
Sí, el gran museo es una obra arquitectónica sin igual, pero a ésta se le suman edificios restaurados, como La Alhóndiga, de la cual se rescató la fachada, pero dentro es un centro cultural único; la Torre Iberdrola, que representa el alcance de negocios que se pueden hacer en la ciudad; el estadio San Mamés del Athletic Club, que puede albergar hasta 53,000 espectadores; o el BEC!, el centro de exposiciones más grande de España, con 250,000 metros cuadrados de construcción.
Por supuesto, deben rescatarse construcciones como la Basílica de Nuestra Señora de Begoña, construida en el siglo XVI; barrios como el Casco Viejo, que guarda la historia entera de la ciudad; parques como el de Doña Casilda de Iturrizar, con enormes jardines y fuentes; y plazas como la de Don Federico de Moyua, en donde confluyen hoteles y tiendas.
Para cerrar el día
Nada mejor que una gran vista de la ciudad para despedirse de ella con la puesta del sol. Desde el famoso cerro de Artxanda, al que uno debe acceder vía funicular, las últimas luces del día bañan Bilbao.
Desde arriba, se ve el famoso Guggenheim, la torre Iberdrola, la parte norte de la ría, el puente Zubizuri con sus luces encendidas y la Plaza de la Convivencia. El sol se oculta tras los cerros y da paso a la vida nocturna.
Bilbao, una ciudad moderna y boyante, digna de ser visitada y disfrutada en todo su esplendor. Para llegar, solo hay que tomar un vuelo desde la Ciudad de México a Madrid, y ahí hacer una pequeña conexión para tomar otro avión que en menos de una hora estará en esta joya del país vasco.