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Imposible decir que todos, pero considero que una gran mayoría de quienes habitamos este planeta hemos perdido (en parte o completamente) algo fundamental: la capacidad de asombro. Me incluyo. Pienso esto justo después de sentir una turbulencia que habría dejado a mi madre en shock. Yo seguí tomando mi café y viendo Star Trek: Beyond, en el sistema de entretenimiento (con buenos títulos, por cierto), como si nada…
Dos asientos vacíos me separan de Fer Fonseca, mi acompañante en esta aventura. Llevamos unas cinco horas volando sobre el Atlántico en un flamante Airbus 340-600 de Iberia. Vamos rumbo a Madrid, donde haremos una escala y después tomaremos otro vuelo de la compañía española con dirección a Bilbao que, cuentan, es una de las ciudades más vibrantes de España.
Fer concuerda con mi teoría; muchos damos por hecho el mundo en el que vivimos y las cosas que suceden en él. Por ejemplo, que el vuelo IB 6400 viaja a 11.8 kilómetros sobre el nivel del mar, que la temperatura exterior es -58 grados centígrados, que vamos a casi 900 km/h en una aeronave de 75 metros de longitud, 63 metros de envergadura y capaz de transportar a otros 342 seres humanos.
Increíble cuando se lee con perspectiva numérica, y por si fuera poco, Fer remata con una frase de novela: “avanzamos hacia la noche”. Se refiere a que desafiamos el tiempo y volamos en dirección contraria, le ganamos al día… El hombre y sus husos horarios.
El caso es somos capaces de cruzar los 10,000 kilómetros que separan a México de España; llegamos a Barajas, el aeropuerto de Madrid, y después de una conexión de poco menos de una hora (gracias, Iberia, por no hacernos esperar seis), tomamos un cortísimo vuelo a Bilbao, que nos recibió temprano, con sus cerros repletos de árboles, y entre el verdor una niebla que flotaba tranquila.
En los próximos días conoceremos el Guggenheim, comeremos pintxos y veremos a The Chemical Brothers, The Horrors, PJ Harvey y Moderat, entre otros, en el BIME Live 2016. Quien nos dijo que Bilbao es vibrante, tiene toda la razón.